'EPIC FAILS'

El salón que se agotó

-marc Amat
2 min
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Durante los primeros meses de 2002 los teléfonos de las oficinas centrales de Sony, Samsung, Panasonic y Philips sonaron muchas veces. Las llamadas venían de Barcelona. Los responsables de salir adelante el Sonimag llevaban tiempo nerviosos: sabían que el emblemático salón internacional de Fira de Barcelona dedicado a la imagen, el sonido y la electrónica colgaba de un hilo. Hacía años que se lo veían a venir. Si en 2001 las todopoderosas Philips y Panasonic ya habían descartado participar por falta de interés, ese año Sony y Samsung parecían decididas a seguirles el camino. El icónico Sonimag afrontaba unos momentos de auténtica crisis.

Tres décadas atrás, en cambio, el panorama era muy diferente. El salón se había estrenado en 1963 con un éxito rotundo, entonces centrándose tan sólo en el mundo de la imagen; en 1964 ya había decidido incorporar el sonido, y dos años más tarde también aterrizaron stands enfocados en el sector de la electrónica de consumo. Juntas, las tres ramas habían construido un salón revelación. En 1976 su fama ya había traspasado fronteras y había recibido la homologación de Feria Internacional. "Pero con el paso de los años la histórica feria de la electrónica de consumo fue acumulando varios problemas", opina Pablo Lara Navarra, profesor de la UOC y especialista en tendencias y gestión de la innovación.

El primer síntoma apareció en 1989, cuando el salón anunció que su periodicidad dejaría de ser anual para pasar a celebrarse cada dos años. Pero fue con la irrupción de la tecnología digital cuando, de repente, el salón empezó a perder encanto. "La digitalización transformó las industrias y los consumidores, y Sonimag no supo adaptarse", explica Lara. De hecho, poco a poco ya empezaba a intuirse que la televisión dejaría de ser el centro de todas las miradas en breve y que les hombre cine también irían perdiendo terreno en el universo de la electrónica. A su sitio se iba abriendo camino el teléfono móvil. “Antes, quien quería oír buena música se compraba los mejores altavoces; unos años más tarde, con la digitalización, preferimos suscribirnos a servicios como Spotify -ejemplifica el experto-. El salón debía reorientarse”, concluye.

Pero la digitalización no fue el único elemento que hirió a Sonimag. Los cambios en el sector de la distribución también les pasaron factura. “Los expositores ya no necesitan esta feria como escaparate: ya tienen sus productos en los estantes de El Corte Inglés o de la Fnac”, explicaban entonces directivos de la Fira de Barcelona en la prensa. “Los consumidores pueden ver los nuevos productos en las grandes superficies e incluso en las tiendas de barrio sin necesidad de ir a Montjuïc”, añadía también entonces un alto ejecutivo de Sony. De hecho, el salón no tenía un enfoque claro: se encaraba a la industria, pero también al consumidor final. “Les faltó definirse –opina Ana Isabel Jiménez, doctora en económicas y profesora del Icade–. Las grandes multinacionales acabaron optando por otras ferias que lo tenían más claro”, asegura. En 2002 no se celebró. Tras intentos de reflotar su modelo, acabó desapareciendo definitivamente en el 2015, cuando no se celebró y fue absorbido por Graphispag, una exposición dedicada a las artes gráficas.

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