Mentalidad Schuster

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Koeman finaliza su contrato el verano del 2022.

El año 2008, antes de un clásico, el entrenador del Real Madrid Bernd Schuster dijo que era imposible ganar en el Camp Nou. Esas declaraciones lo condenaron a la fulminación. Su mentalidad perdedora no era digna del club al que representaba, por mucho que fueran conscientes de su inferioridad respecto al equipo de Guardiola.

El año 2021, el Barça está tan deprimido que acepta traicionar su filosofía futbolística y convertirse en un equipo pequeño, con un entrenador que repite tesis peores que las de Schuster y donde quedan sepultadas las advertencias del presidente: “Conmigo, perder tendrá consecuencias”. Ahora la receta es a base de paciencia y resignación, en un club que sigue en caída libre moviéndose entre el desastre de Bartomeu y el estoicismo de Laporta. “Es lo que hay”, argumentan. Y sirve para describir tanto lo que pasa en el césped como lo que pasa en los despachos. 

A pesar de decirle a la cara en el mes de mayo que le buscaban un sustituto, Laporta decidió mantener a Koeman en el cargo porque costaba unos 12 millones de euros echarlo y porque no tenía claro quién podía ocupar el banquillo. Ahora el Barça sobrevive con un entrenador debilitado que tiene una foto de Johan Cruyff en el despacho pero que se cierra con cinco defensas como si su ídolo, en realidad, fuera Fabio Capello. El huerto discursivo de las tertulias se va poblando con frases como “Con la plantilla y las bajas que tiene, Koeman no puede hacer mucho más”, mientras en una televisión está el Bruges jugando mucho mejor que el PSG de Messi y Neymar. Ni tanto ni tan poco: algo más para mejorar el juego y sembrar el futuro se tiene que poder hacer. Por eso se echa tanto de menos la figura de un ideólogo futbolístico que marque las líneas maestras a seguir: la plaza de un nuevo Txiki Begiristain sigue vacante, seis meses después de las elecciones y seis años después de la destitución de Andoni Zubizarreta.

El blues que acompaña al Barça es tan melancólico que ahora el público del Camp Nou ya celebra las recuperaciones de pelota y las faltas como si fueran ocasiones de gol. A falta de chuts entre los tres palos se aclaman las acciones de Araujo y a un centrocampista técnico como Gavi se lo ovaciona después de tirar a un rival al suelo. Quién nos ha visto y quién nos ve. La afición reacciona a este periodo de escasez demostrando que ha aprendido que la prioridad no es ganar, pero se merece, como mínimo, que su equipo pierda con dignidad. Bartomeu metió al Barça en el pozo, pero Laporta es presidente desde el 17 de marzo. Es hora de decidir a qué quiere jugar.

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