La seducción de una ciudad con huertos y rutas verdes que cosen los barrios
Girona ha puesto en valor el patrimonio paisajístico, fuente de inspiración de la cocina de los hermanos Roca
Mas Marroch (Vilablareix)"El tiempo se ha vuelto loco, las plantas están desorientadas", dice Josep Roca cuando nos detenemos ante un ciruelo florido en pleno otoño. En el huerto que los hermanos Roca tienen en Mas Marroch, en Vilablareix, los efectos del cambio climático no solo dan la vuelta al calendario de floración de los frutales. La extrema sequía de este verano ha resquebrajado los tomates y la cosecha de este año ha sido la peor que han obtenido nunca de esta hortaliza en este terreno, bordeado por la Riera Marruecos y por el restaurante y el espacio para banquetes y celebraciones que los hermanos Roca tienen en este emplazamiento privilegiado junto a Girona.
Cultivar este huerto, de doce hectáreas, de las cuales dos son de cultivo, permite a los hermanos Roca experimentar de primera mano la dureza del trabajo en el campo, aprender que la productividad de la tierra está sometida a los embates de una climatología enloquecida, en las especies invasoras, en las plagas, en los granizos y las heladas que pueden hacer perder toda una cosecha. Y en las visitas de depredadores como los topos, los jabalíes, los corzos y los conejos. O los pájaros, para los que será inevitablemente una parte de la cosecha de los 450 frutales que hay plantados en Mas Marroch, admite Josep, el medio de los hermanos Roca, el sumiller, el responsable de la atención al cliente y, por tanto, de la hospitalidad, lo que se ocupa de todo lo que tiene que ver con las emociones y la sensibilidad, lo que debe conseguir "ganar cada partido en cada mesa, sabiendo que la gente cuando llegaba a nuestro restaurante, sobre todo en en los primeros años, venía a veces asustada ya veces desconcertada, y tenías la sensación de que perdías el partido 0-1 y que tenías que remontar a cada mesa". Y es también lo que pone la mirada filosófica en todo lo que hacen los hermanos Roca, lo que vela por el compromiso que tienen con la biodiversidad, el ecologismo y la proximidad que se pone de manifiesto en el huerto que tienen en Mas Marroch.
Aquí los hermanos Roca cultivan el respeto que sienten por el campo y por el paisaje. Este paisaje que ponen en la cazuela, que inspira su cocina y que no se cansan de elogiar, porque nutre sus creaciones culinarias y porque están convencidos de que ha jugado un papel importante en que hayan llegado a la cima más alta de la gastronomía. "Estamos rodeados de un paisaje, de una fauna y una flora privilegiadas, que se suman a una cultura gastronómica muy rica desde hace siglos, una cultura que vive la gastronomía con mucha devoción. Por eso no es raro que en los últimos años dos restaurantes de aquí hayan sido faros de la cultura gastronómica mundial", dice Josep Roca.
El extrarradio que las rutas verdes han integrado en la ciudad
La transformación de la ciudad de Girona en los últimos años también ha jugado a su favor. "Una zona como Germans Sàbat, que cuando nosotros abrimos El Celler de Can Roca era una zona de extrarradio, ha dejado de ser un barrio de exclusión y se ha integrado en la ciudad", indica Josep Roca. "Desde Fontajau al Pabellón, la Rambla Xavier Cugat y las Ribes del Ter, todo se ha aseado y se ha conectado muy bien, y ha hecho que la gente del centro de la ciudad vengan hacia aquí a pasear", añade. También elogia la recuperación de las huertas de Santa Eugenia, y las actuaciones que han permitido que la ciudad integre su paisaje natural y disponga de largos recorridos por andar. Aunque admite que quedan asignaturas pendientes como las que plantea la Fundación Girona Este, que "reivindica un compromiso de las instituciones hacia un sector de la ciudad que requiere ser integrado", Josep Roca sostiene que la transformación paisajística "se ha hecho bien" y ha permitido la integración de barrios como Taialà y Domeny y Germans Sàbat.
Un turismo “respetuoso”
La Girona que hoy tanto seduce es, según Josep Roca, un mérito "de los distintos gobiernos que ha habido en el Ayuntamiento en los últimos años". "Todos han dejado claro su compromiso con un concepto de ciudad integradora, en el que la estética importa, en el urbanismo del detalle". La creciente capacidad de seducción de la ciudad ha venido acompañada de un aumento del turismo que ha puesto sobre la mesa el debate sobre la ciudad que recibe turistas y la que expulsa a habitantes. "Más allá de la semana de Temps de Flors, el resto del año la ciudad disfruta de una convivencia entre los visitantes y los que acogemos visitantes. El turismo que viene a Girona viene alejándose de la gran masificación, buscando el contacto con la naturaleza, la gastronomía y el disfrute del paisaje. Es en general muy respetuoso, y debemos lucirlo", sostiene Josep Roca, quien destaca también "la autenticidad de una ciudad en la que han entrado muy pocas franquicias , no sólo en el sector de la gastronomía sino también en otros sectores del comercio local, que se ha mostrado diverso, artesano, de orfebrería, de originalidad, y mantiene una esencia poco habitual en los centros de las ciudades.
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'Malas hierbas' en la alta cocina
La alta cocina no está reñida con los productos más humildes que da la tierra. Las ufanas ortigas que crecen de forma espontánea en la orilla de la riera de Marruecos o las hoy despreciadas verdolagas forman parte de un plato de la Bodega de Can Roca hecho a base de "malas hierbas". Los hermanos Roca predican con el ejemplo y cada vez con mayor insistencia plasman en sus creaciones culinarias su compromiso con la sostenibilidad, la biodiversidad y los productos de proximidad. Del huerto de Mas Marroch extraen hierbas que salen espontáneamente, pero sobre todo hortalizas y frutos que cultivan con criterios de agroforesterería, biodinámica y certificado ecológico. Es en este trozo donde desarrollan su proyecto Sembrant el Futur, que pretende recuperar especies vegetales desaparecidas o poco valoradas en la gastronomía actual. El invernadero situado en un extremo del huerto es el banco de pruebas en el que surgen las semillas recuperadas, que suman ya más de 200 variedades.
Para Josep Roca, este proyecto, que asegura que se hace "en voz baja y discretamente" porque entiende que "todo lo que tiene que ver con conciencia ecológica, con la biodiversidad y con la sostenibilidad debe hacerse con humildad, ya que cuanto más se habla menos sentido coge", responde a la voluntad de "preservar, de mantener unas semillas que se vayan haciendo en la memoria de esta tierra".
Este huerto, y el primero que los hermanos Roca crearon en el año 2012, situado frente al Celler de Can Roca, suministran verduras y frutas a las cocinas del mismo Celler y otros establecimientos de los tres hermanos: Normal, Casa Cacao y Mas Marroch. Sus huertos no dan para el pleno autoabastecimiento, pero lo que les falta lo compran "a campesinos de alrededor, que nos saben mucho y que se dedican de lleno". Su cocina también incorpora las cerca de 400 plantas, raíces, tallos, flores y hojas comestibles que tienen censadas en el marco del proyecto Terra Endins y que van recogiendo en diferentes ciclos del año tres veces por semana. Es una manera, dice Josep Roca, de "tener conocimiento del paisaje que nos rodea, de saber lo que está pasando en él".