Sonia Alins: “En Nochevieja, comíamos las uvas y nos poníamos otra vez a trabajar”
La artista leridana explica su relación con el trabajo y las finanzas personales
BarcelonaDesde pequeña la artista leridana Sònia Alins sabía que se dedicaría al mundo de la ilustración. "No había plan B”, asegura en declaraciones alEmpresas. Aunque nunca dio clases de pintura, en la escuela ya le llamaban La Picassa. Y para pasar el examen de acceso a Bellas Artes aprendió la técnica dos semanas antes, mientras que el resto de estudiantes llevaban más de un año preparando la prueba.
Alins dice que fue "superfácil" entrar en el mundo laboral: "El profesor de ilustración presentó mi carpeta en la editorial donde él trabajaba. Y el primer día ya tenía trabajo. Acto seguido vinieron a buscarme todas las demás editoriales, trabajaba para 30 o 40 empresas". El 90% de las entrevistas realizadas por el artista acababan en trabajos o clientes nuevos y asegura que vivir en Madrid le abrió muchas puertas. “Al cabo de unos meses tenía demasiado trabajo y le dije a Juanjo, mi pareja, si podía ayudarme”, explica la ilustradora.
Ella era freelance y dibujaba según los pedidos de los clientes: "Hicimos una cantidad inmensa de proyectos. Entre libros y revistas hicimos más de 300 piezas. Pienso que el 90% de la gente de aquí tiene algo mío en casa. Si no es la revista de los Lunnis es la de Viajar, porque las hacíamos todas nosotros". Había pocos artistas dedicados a este sector y estaba "súper bien remunerado": "Ahorramos mucho, pero es que trabajábamos 12 horas diarias. Recuerdo que era Fin de Año, comíamos las uvas y nos poníamos otra vez a trabajar". "Nos hacía mucha ilusión y así estábamos ahorrando para comprarnos la primera casa", explica Alins.
Ilustración y mercado del arte
Coincidiendo con la crisis financiera, la ilustradora se adentró en el mundo del arte y empezó a realizar sus obras: “Es muy fuerte porque el año pasado mis piezas estaban en Hong Kong. Y de hecho, ahora están expuestas en Ámsterdam, remarca emocionada Alins. Con su proyecto personal ha ganado varios premios internacionales, entre ellos la Medalla de Oro otorgada por la Sociedad de Ilustradores de Nueva York (2022).
Actualmente, Juanjo Barco se encarga de la empresa de ilustraciones: "Realmente somos un equipo y nos ayudamos constantemente el uno al otro". Así han encontrado una estabilidad financiera: "Los clientes te dan un trabajo cerrado y sabes lo que vas a ganar al mes. Yo vivo con la incertidumbre de saber si la obra funcionará o no". Alins trabaja unos meses sin “ganar nada” con expectativas de venderlo en un futuro: “Por ejemplo, nos llamaron de Taiwán para realizar una exposición y sólo el envío de las obras ya eran más de 6.000 euros, una locura. Y lo pagué sin saber si perdería dinero”. “Muchas veces hemos estado en números rojos, en estado de alarma. Cuando estás en la cuerda floja y te hacen estas propuestas es una locura”, aclara Alins. En este caso el artista asegura que salió superbé: “Tenía unos cuadros de 5.000 euros y se vendieron el primer día”.
Para poner los precios de los cuadros, el artista se deja aconsejar por los expertos del lugar donde vende. Además, considera que el arte tiene un precio: “La gente dice que es muy caro, pero no, es una inversión. Es una herencia. De herencia puedes dejar dinero, pisos o cuadros.” Detrás de un dibujo hay "muchas horas" y "no siempre el salario compensa", manifiesta. Así que para tener una estabilidad ella invierte en bolsa.
Aunque hay momentos críticos, el artista asegura que le encanta su trabajo: “Hace cuatro días, estaba trabajando a las cinco de la madrugada porque antes había estado enferma. Veo que no llego a las entregas y me quedo sin dormir. Es verdad que a veces creo que podríamos ser normales y hacer vacaciones. Pero no puedo decir nada malo de mi trabajo, porque disfruto mucho”. Además, valora mucho la oportunidad de realizar sinergias con otros artistas: "Es un placer poder hacer colaboraciones, por ejemplo, con mi hermano, que es escritor."
En el ámbito personal, gestiona el dinero con mucha cautela: “Cuando vinimos de Madrid dijimos «nos compramos una casa muy chula y muy grande», pero entonces el comedor se quedó como empresa. Siempre lleno de pinturas. No veníamos de una familia millonaria y teníamos que ir como hormiguitas”. Más adelante invirtieron en un estudio. Alins admite que "muchas veces" ha sufrido por el dinero, pero ha aprendido a vivir en una "irregularidad feliz".