La temperatura del planeta ha dado un salto extraordinario este verano
El calentamiento inusual del Atlántico Norte es un factor clave del récord
BarcelonaSe acabó un verano climático realmente extraordinario a escala planetaria. La temperatura media de la Tierra ha fulminado todos los récords y ha dado un salto que se escapa de la escala de los gráficos habituales. La media de temperatura del planeta de junio, julio y agosto ha llegado a 16,77 °C, según datos del programa Copernicus de la Unión Europea, un dato que supera con creces el del anterior récord, de 2019. El más interesante es que hasta ahora de un récord a otro había saltos de 2, 3 o 4 centésimas de grado, pero el récord actual supone un salto de 29 centésimas de grado que rompe esquemas.
En buena parte, el calentamiento del planeta se debe al calentamiento que se está produciendo en los océanos, donde la situación es especialmente anómala. Normalmente, la dinámica de la temperatura global de los océanos comporta llegar al pico anual de temperatura alrededor del mes de marzo, hacia finales del verano austral, después bajar ligeramente y repuntar mucho más tímidamente durante el verano del hemisferio norte .
Esta dinámica que se ha repetido cada año durante las últimas décadas se ha roto totalmente en un 2023 en el que durante los meses de mayo, junio y julio este indicador no ha hecho otra cosa que subir hasta alcanzar un valor de récord de 21,02 °C los días 23 y 24 de agosto, un dato que supera el anterior valor máximo de 20,95 °C de marzo de 2016.
Es cierto que en los últimos meses ha comenzado un episodio del fenómeno del Niño que consiste en una subida de la temperatura del océano Pacífico, pero la mirada de los científicos sigue puesta sobre todo en otro punto del planeta: el Atlántico Norte, donde la temperatura lleva teniendo un comportamiento totalmente extraordinario desde hace meses.
Desde finales de mayo, la temperatura del Atlántico Norte está muy por encima de lo que cabría esperar, en un escenario de récord constante y diario que insinúa una nueva normalidad de temperaturas desbocadamente más altas que la anterior.
Según datos del programa Copernicus, esta anomalía tan fuerte en la parte norte del Atlántico está alimentada por varias oleadas de calor oceánicas que ha habido durante los últimos meses y que pueden tener efectos importantes en los ecosistemas y en la biodiversidad, pero también en factores socioeconómicos como la pesca o el turismo.
Una de estas oleadas de calor oceánicas ha afectado precisamente al oeste de la Península, donde se ha alcanzado niveles de excepcionalidad 2 sobre 5 durante la segunda parte de agosto. En julio, en el sur de Groenlandia se llegó a nivel 4 de excepcionalidad. En el Mediterráneo, una de las zonas más afectadas por las oleadas de calor marítimas, también ha habido dos episodios de nivel 2 sobre 5 durante este verano.
Hay diferentes factores que pueden haber ayudado a este récord tan extraordinario, y algunos son difíciles de explicar. Según el climatólogo y catedrático de geografía física de la UB Javier Martín Vide, no sólo ha sido destacable el calentamiento del Atlántico Norte, sino también el del Pacífico Norte. El Niño también puede haber empezado a influir en estos datos, pero Martín Vide alerta de que la inercia de fenómenos climáticos como el Niño puede hacer que la subida de la temperatura planetaria que suele provocar este fenómeno no llegue más claramente hasta el próximo año viene o lo siguiente.
Según Martín Vide, estas subidas de la temperatura de los océanos pueden deberse a una variabilidad interna del clima, y es menos probable, en cambio, que tengan que ver con fenómenos como erupciones volcánicas recientes o una mayor insolación. El propio Niño es una variabilidad interna del clima que se sabe que se va repitiendo, pero no exactamente cuándo ni con qué frecuencia. Martín Vide alerta, eso sí, de que con el calentamiento global el sistema climático está ganando cada vez más energía.
Siempre que se habla de un calentamiento del Atlántico sale el tema de la corriente del Golfo, esta corriente oceánica que arranca en el Golfo de México, baña las costas del oeste de Europa y hace que aquí los inviernos sean más benignos que en la misma latitud de la costa este de América. Desde hace tiempo los informes del grupo de expertos en cambio climático de la ONU (IPCC), alertan de una posible ralentización de esta corriente debido a la gran fundición de hielo del Ártico, lo que abriría la lleva a la paradoja de que en pleno calentamiento global los inviernos empezaran a ser más fríos en Europa. Según Martín Vide es difícil saber a estas alturas si ese calentamiento actual puede estar vinculado –o puede ser una señal– con esa ralentización de la corriente del Golfo.
Precisamente, este martes un artículo publicado en la revista Nature que firman distintos biólogos y oceanógrafos alerta del peligro que supone que la suma del Niño y el calentamiento global haga que aumenten las oleadas de calor marinas. Un ejemplo estudiado es el de la ola de calor marino de 2014-2015 que se produjo en el oeste de Estados Unidos, en el que murieron una gran cantidad de estrellas de mar, lo que disparó el crecimiento de erizos , ya que las estrellas de mar no les depredaban y esto afectó a los bosques de algas marinas. El artículo este grupo de expertos alerta de que entre 1925 y 2016 las oleadas de calor marinas aumentaron más de un 50%.