El sábado por la noche, el Colapso entrevistaba a Enrique Tomás, el empresario de tiendas de jamones, que acaba de sacar un libro explicando el secreto de su éxito. La invitación es comprensible. Tomás es uno de los grandes empresarios catalanes, con beneficios millonarios, que ha sabido hacer crecer exponencialmente su cadena de tiendas de jamón, con mil doscientos trabajadores, ciento cincuenta puntos de venta en todo el mundo y perspectivas inmediatas de abrir de nuevas. "Le he dedicado mi vida al jamón" le confesó a Ricard Ustrell. Pero más allá de la entrevista para conocer quién está detrás de ese negocio, el planteamiento televisivo fue curioso. En medio de la pausa publicitaria anterior a la entrevista, se conectó con la sala de invitados del Colapso y el propio Enrique Tomás apareció como si fuera un anuncio más. Tenía una pata de jamón al lado y una caja con el nombre bien visible de su empresa, y nos advertía con ímpetu: “¡Hola! Soy Enrique Tomás. Estoy a punto de entrar en el plató. El público no lo sabe, pero regalamos dos jamones entre ellos. ¡No te lo pierdas!”. A continuación emitieron una promoción de otro programa de TV3 y, después, un anuncio de caldo de pollo envasado y, mira por dónde, ese anuncio también ofrecía, al final, el caldo con jamón. Y no un jamón cualquiera. Era caldo con jamón de Enrique Tomás. ¡Qué casualidad! Volviendo de la pausa, el empresario apareció en el plató bien cargado. Llegaba con dos cajas de jamón, una en cada mano, con el nombre grande de la empresa en cada paquete. Y, como si fuera la media parte de un partido de fútbol de regional, sortearon a los dos jamones entre el público. Los dos chicos afortunados descendieron a recoger el suculento trofeo. A continuación, en la entrevista con Ustrell, Tomás exhibió sus dotes comerciales contando con pasión su trayectoria, se mostró agradecido con sus trabajadores y la clientela que le confía, hizo gala de los horarios y la diligencia comercial y fue citando a todos sus conocidos famosos, desde chefs a futbolistas, incluido el Papa de Roma, con quien nos enseñaron la fotografía del encuentro con el obsequio del jamón. Especificó el nombre del lote concreto que le había regalado y explicó que al Pontífice el jamón le había gustado tanto que, dijo, "el Papa quiere repetir". Por último, Ricard Ustrell anunció la estrella de la fiesta: “¡Que entre el jamón!”. Y llevaron un mostrador con una pata de jamón ibérico majestuosa, etiqueta negra. En la parte frontal del mostrador, de nuevo el logotipo con el nombre y las cinco estrellas. El empresario nos instruyó sobre el arte de cortar jamón, preparando un plato para el público que hacía deleite. Todo era tan explícito y con tantos rótulos que no sabías si estabas viendo una entrevista o una larga mención comercial. Enhorabuena al rey de los jamones por su buen ojo. Nadie mejor que Enrique Tomás sabe que del cerdo se aprovecha todo, y el empresario intentó también sacar el máximo partido posible de aquella aparición televisiva.