Historia

Los universitarios de Girona protestaron por la ejecución de Puig Antich

Ocho detenidos fueron sancionados gubernativamente ya uno de ellos se le ofreció ser confidente

La Casa de Cultura de Gerona era en los años 70 la sede del Colegio Universitario.
01/03/2024
4 min

GeronaEl hecho de que en Girona, a partir de 1969, se pudieran cursar estudios universitarios, con la creación de un Colegio Universitario, auspiciado por la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​aumentó la probabilidad de contestación al franquismo en la etapa final del régimen. Las asambleas, pintadas, la incidencia de los partidos clandestinos y la dinámica política del momento fueron determinantes para originar conflictos y acciones de protesta.

La decadencia del sistema, puesta de manifiesto durante los años setenta, provocó la reacción de tres sectores de la sociedad que se opusieron a la actuación de los gobernantes: el movimiento obrero, el de los estudiantes y el de un sector de la Iglesia católica. En marzo de 1974, hace 50 años, con la ejecución del joven activista del Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), Salvador Puig Antich, exterminado en Barcelona por el procedimiento de garrote, fue uno de estos momentos. El juicio y la ejecución, el 2 de marzo, pusieron de manifiesto que el reformismo prometido por el presidente Arias Navarro era una quimera y que el régimen quería terminar los días de la misma forma en que había comenzado, con la liquidación física del oponente.

Asamblea, manifestación y detenciones

El episodio de 1974 resonó en Gerona a través de la movilización de los universitarios. La Jefatura de Policía redactó notas informativas sobre la jornada del 5 de marzo, cuyo contenido es contradictorio. En la primera exponía que los estudiantes de Letras habían celebrado una asamblea no autorizada por el profesor coordinador, Angel Antón Andrés, y que el encuentro había terminado en sentido contrario a la huelga. En un tono descalificador advertía: “Asistieron a la misma menos de las tres cuartas partes de los estudiantes, y en ella se trató sobre la pena de muerte en general y concretamente sobre la impuesta a Salvador Puig Antich. Se trató de promover una vaga de no asistencia a clase, siendo desechada esta propuesta por la gran mayoría de los estudiantes. Dicha reunión duró poco más de media hora”.

Amigos y familiares de Puig Antich que se reunieron en marzo de 1978 para conmemorar los 4 años de la ejecución del joven y colocar una lápida en su tumba.

En otra nota, la Policía señaló que, durante esa jornada, los estudiantes no habían asistido a las clases del Estudi General y que, pese al paro académico, grupos de estudiantes, durante la tarde, se habían movido dentro del recinto de la Casa de Cultura, que habían sido objeto del servicio de observación y vigilancia.

La cabecera, en el calabozo

A las 8 de la tarde, unos 200 estudiantes participaron en una sentada colectiva en la Rambla y, acto seguido, conformaron una manifestación que recorrió varias calles cercanas. La nota especifica que los estudiantes que iban frente a la manifestación fueron detenidos y trasladados a los calabozos de la Comisaría de Policía, con el fin de instruir las diligencias correspondientes. Sus nombres son estos: Ramon Romaguera Sureda, de Sant Jordi Desvalls, de 17 años; Rogeli Argemí Samon, de Breda; Josep Roca Albareda, de Breda, de 19 años, y Rafael Babot Mullera, de Vidreres, de 20 años.

De la lectura del libro de multas del Gobierno Civil hay que inferir que otros cuatro estudiantes siguieron las mismas circunstancias de detención y multa: Francesc Morera Dolsat, de 20 años; Miquel Davesa Llambert, de 17 años; Adela M. Ferrer Blanch, de 18 años, y Antoni Simón Tarrés, de 17 años. La prenda gubernativa que les fue impuesta a los ocho fue de 1.000 pesetas, por actos contrarios a la Ley de Orden Público de 1959, es decir, la participación en la manifestación y reunión ilegal.

Recorte de prensa del diario 'Los Sitios' del 3 de marzo de 1974 sobre la ejecución de Puig Antich, junto a unas fotos sobre una actividad sardanista.

Una pistola en la espalda

Antoni Simón, en estos momentos catedrático de historia moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona, ​​recuerda que asistió a la asamblea dirigida por el estudiante Eudald Carbonell, ahora bien conocido como prehistoriador, ya la manifestación. Los grupos de estudiantes se reunieron en la plaza de Catalunya, se estacionaron en la Rambla y se encaminaron hacia la Casa de Cultura, sede del Estudi General o Colegio Universitario.

Los concentrados se disolvieron en la plaza de la Diputació. Los coches de los "grises" estaban en la plaza de Catalunya, pero los policías de la "secreta" los siguieron y los detuvieron e identificarlos al final de la manifestación. A él le pusieron la pistola en la espalda y le hicieron entrar en una escalera de la calle de Santa Clara para identificarle. Unos compañeros ya pasaron esa noche en el calabozo. A él fueron a buscarlo a casa al día siguiente y le tuvieron una noche en el calabozo. Era un sitio para sufrir de frío. Algunos colegios profesionales efectuaron gestiones a favor de los castigados y se hicieron cargo de las multas, que en principio eran de 10.000 pesetas. Cuando fue a pagarla con el papel del Estado, el policía que le atendió le propuso ser un confidente, oferta que naturalmente rechazó. La ficha correspondiente a este episodio le fue retraída, más adelante, durante el desempeño del servicio militar, a pesar de la amnistía de 1977.

Algaradas estudiantiles, según Los Sitios

El diario local Los Sitios, como prensa oficial del Movimiento, aportó muy poca información de la jornada de protesta. Sólo una gazetilla titulada “Algaradas estudiantiles” hizo referencia de forma incompleta y sin mencionar el motivo de la protesta: “Martes y ayer miércoles, se han advertido en nuestra ciudad algunas algaradas callejeras protagonizadas por estudiantes. En su transcurso, la Policía invitó a los protagonistas a dispersarse y al producirse el martes la desobediencia e incluso la reacción punible de algunos, los agentes procederon a la detención de tres, que serán puestos a disposición de la autoridad gubernativa”. Se trataba de mostrar que la vieja estructura, representada en Girona por el gobernador Victorino Anguera, se mantenía firme y que los que se oponían eran unos delincuentes que merecían un castigo ejemplar.

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