Homenotes y danzas

El visionario que pasó del piano en ambas ruedas

Genichi Kawakami impulsó la gran apuesta por el motor en el gigante nipón

Genichi Kawakami.
3 min
  • Presidente de Yamaha

Cuando pensamos en la marca Yamaha, lo primero que nos viene a la cabeza son sus fantásticas motocicletas, que en los años sesenta asomaron a los campeonatos del mundo y acabaron haciendo sombra a los fabricantes italianos, que habían dominado el Mundial desde su inicio . A pesar de hacer algunas de las mejores motos del mundo, el origen de Yamaha no lo encontramos ni mucho menos en el ámbito del motor, y aquí aparece un hombre clave: Genichi Kawakami. Si miramos el logotipo de Yamaha, encontraremos una pista para saber a qué se dedicaba la compañía antes de decidir pasarse a las motos: un círculo con tres diapasones en el centro; un diapasón es un instrumento que sirve de referencia para la afinación de instrumentos. Este emblema es un vestigio de su actividad inicial, sus instrumentos musicales, especialmente pianos. Además, el número de diapasones (tres) tampoco es casual, pues representa a los tres ejes principales de la empresa, que son tecnología, producción y venta.

La revolución comenzó en 1955, cuando Kawakami decidió crear un spin-off de la compañía para dedicarse al motor, por lo que de la histórica Yamaha Corporation, fabricante de instrumentos musicales desde 1887, surgió un nuevo brote llamado Yamaha Motor. El directivo no era un extraño en la compañía, porque aparte de haber entrado a trabajar a los veinticinco años, era el hijo del presidente de la empresa en aquellos momentos. Tras una ascensión meteórica por las distintas áreas de la firma, en 1950 llegó al cargo de presidente. Fomentó el estudio de la música entre las clases populares de Japón gracias a la Yamaha Music School (1954), cuando el consumo de pianos en el país era aún residual. Cuarenta años después las ventas de este tipo de instrumento se habían multiplicado por 20 y Yamaha era el principal fabricante del planeta. Con los instrumentos musicales ganaban bastante dinero, pero Kawakami quería crecer y se puso a investigar en otras áreas de negocio donde invertir con ciertas garantías de éxito, desde máquinas de coser hasta triciclos, para llegar a la conclusión de que el futuro era en las motocicletas. Que durante la Segunda Guerra Mundial hubieran fabricado hélices de avión –una producción que tuvieron que cerrar con la derrota– fue uno de los motivos que le empujaron hacia el sector del motor. "Quiero llevar a cabo la fabricación a prueba de motores de motocicleta", dijo en 1953 para dar el pistoletazo de salida a la nueva era. La primera de las pruebas fue bautizada como Yamaha YA-1 y superó todas las pruebas con mucha solvencia, por lo que la empresa se lanzó a la fabricación en serie. De las notas delicadas del piano se había pasado de repente al sonido ensordecedor de los motores de dos tiempos.

Cabe decir que a Kawakami le tocó gestionar la empresa en el período durísimo de la posguerra, tras la derrota japonesa en el conflicto bélico mundial. Esto implicaba largas jornadas laborales y salarios bajos, pero contra todo pronóstico supo intuir que tarde o temprano llegaría el surgimiento y auge de las clases medias, tal y como había visto en sus viajes a Estados Unidos. Y acertó. Una vez motorizado Japón, Kawakami consideró que había llegado el momento de poner a prueba sus productos saliendo al extranjero y enfrentándose a la competencia. El primer paso (1958) fue apuntar su última creación a una carrera en California, donde obtuvieron un sexto puesto muy valorado y que despertó el interés de los americanos por ese producto de Extremo Oriente. Fruto de ello, empezaría la internacionalización de la marca, que también aprovecharía los campeonatos del mundo de motociclismo para dar a conocer sus capacidades. Hoy en día vienen anualmente cerca de cinco millones de motocicletas, con una facturación que supera los 18.000 millones de dólares.

La vinculación de Kawakami con los cargos de máxima responsabilidad de Yamaha se prolongó hasta 1983, cuando cedió el testigo a su hijo. Murió durante la primavera de 2002, a los noventa años. Como legado, además de una gran multinacional de prestigio planetario, dejaba treinta títulos del mundo de motociclismo en las distintas categorías del campeonato del mundo de velocidad.

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