50 años por pedir perdón
Fiel a su secular habilidad de no desperdiciar ninguna ocasión para desentonar, la Conferencia Episcopal Española ha encontrado que las leyes de memoria histórica no profundizan en la reconciliación. Cuando has tenido 50 años por pedir perdón por haber sido el brazo espiritual de la dictadura franquista y no has pasado de una petición de perdón por "actuaciones concretas" en el 2007, no estás muy bien colocado para hablar de reconciliación. En las monedas que llevábamos en los bolsillos en 1975 lo decía bien claro:"Caudillo de España por la gracia de Dios". ¿O es que los obispos de ahora todavía viven en la lógica de que los numerosos asesinatos de religiosos en la zona republicana durante la Guerra Civil justificaron la bendición del bando ganador con el título de Cruzada?
Porque, además, Franco, que en su testamento político se declaró "hijo fiel de la Iglesia, en cuyo seno moriré", acabó sus días desairando al papa Pablo VI, al que no quiso coger el teléfono cuando le llamó para pedirle que no ejecutara las últimas penas. De hecho, determinadas personalidades de la Iglesia católica representaron un dolor de cabeza para el régimen, como los abades de Montserrat Escarré y Just. En una parroquia cayeron detenidos los 113 de la Assemblea de Catalunya, y en los grupos scouts diocesanos se respiraba un catalanismo tan natural que podían hacer olvidar por un momento que estábamos en una dictadura. El intento de expulsar al obispo de Bilbao Antonio Añoveros por hablar de la identidad vasca casi cuesta la excomunión a los miembros del gobierno de Franco. ¿La Iglesia de hoy no se siente orgullosa de esa herencia?