La agenda política de Pedro Sánchez

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Pedro Sánchez anunciaba los indultos de los líder  independentistas el pasado 21 de junio al Liceo

La crisis de gobierno de Pedro Sánchez, que ha comportado el cambio de la mitad de los ministros que propone el PSOE, se tiene que interpretar, como prácticamente todo lo que hace el presidente español, en clave electoral. El 2023, de aquí a dos años, habrá elecciones municipales en todo el Estado, elecciones autonómicas en muchas comunidades y también se completan los cuatro años de la legislatura española, o cual inevitablemente marcará la estrategia de todos los partidos. La maquinaria electoral no se para nunca, pero llegados al ecuador del mandato, todo se acelerará.

Con la renovación del gabinete, Pedro Sánchez quiere pasar página de determinadas cosas y poner las bases para encarar los dos últimos años de mandato. La llamada carpeta catalana es, sin duda, la más sensible que tiene sobre la mesa y, hasta ahora, le ha supuesto más desgaste electoral que beneficios. Por eso ha empezado a activar cortafuegos. La vicepresidenta Carmen Calvo y el ministro y dirigente del PSOE José Luis Ábalos, que han pilotado las conversaciones con los partidos independentistas, y el ministro de Justicia, Juan Carlos Campo, que ha tramitado los indultos de los presos políticos, han sido apartados del gobierno. Y Miquel Iceta se mantiene en el ejecutivo, pero perdiendo peso político.

La legislatura de Pedro Sánchez está marcada por la fragilidad de la mayoría parlamentaria que sostiene su gobierno. Y en relación al independentismo, las decisiones que toma tienen más que ver con la conveniencia de preservar una aritmética que con la convicción de encarar de verdad los problemas políticos. El ejemplo paradigmático lo vemos en la concesión de los indultos.

Ni el PSOE ni Pedro Sánchez habrían tomado nunca la decisión de indultar a los presos políticos independentistas si no fuera por la coyuntura política. De hecho, en campaña, el candidato socialista prometía el cumplimiento íntegro de las condenas. Pero, haciendo de la necesitado virtud, ha tomado una decisión que le permite mantener la expectativa de alargar la legislatura con la mayoría que lo invistió. Si no lo hubiera hecho, muy probablemente se habría visto abocado a convocar unas elecciones anticipadas.

Por más informes y votaciones del Consejo de Europa sobre la existencia de presos políticos y exiliados que haya, aquello que ha hecho moverse al gobierno español han sido sus propios intereses. En la dinámica política española, tanto el PSOE como el PP pueden gestionar perfectamente los pronunciamientos contrarios que vienen de Europa ante sus electorados, y más todavía cuando no son vinculantes.

Conscientes de esto, los partidos independentistas harán bien de prestar la máxima atención a la gestión de los tiempos políticos y, tal como han expresado estos días desde Esquerra y desde Junts, coordinarse para negociar los presupuestos es lo más inteligente que pueden hacer. El principal objetivo político de Pedro Sánchez no es poner en marcha la mesa de diálogo sino aprobar los presupuestos del 2022. De hecho, la mesa de diálogo le estorba más que le ayuda, porque la sola fotografía de la reunión alimentará el mantra de la derecha sobre la traición a España y la rendición ante el chantaje independentista. En cambio, la aprobación de los presupuestos es indispensable para que el gobierno de Sánchez pueda acabar la legislatura.

A sabiendas de que todos los gestos que ha hecho a favor del diálogo le generan desgaste electoral en el conjunto de España, si Pedro Sánchez encuentra socios parlamentarios para aprobar los presupuestos, su prioridad será acabar la legislatura desmarcándose tanto como pueda del independentismo para recuperar el terreno perdido. En otras palabras, con los presupuestos del Estado aprobados, la mesa de diálogo entrará en hibernación y es más que previsible un distanciamiento con las fuerzas independentistas. Y no hay que decir que propuestas como la reforma del delito de sedición quedarán guardadas en un cajón.

Solo una lectura ingenua permite creer que la aprobación de los presupuestos del Estado supondrá el inicio de un nuevo tiempo político. Ojalá fuera así, pero las urgencias electorales del PSOE van en dirección contraria a este escenario. En política, la gestión de los tiempos es un factor esencial y Pedro Sánchez intentará utilizar su último año de mandato para hacer dos cosas: distanciarse del independentismo para recuperar los votantes más moderados y confrontarse con Vox para darles protagonismo y dividir el voto de la derecha. Por paradójico y espurio que suene, al PSOE le van bien unos buenos resultados de Vox para impedir que el PP sea el partido más votado. Solo así tiene opciones de continuar gobernando.

Pedro Sánchez ha puesto rumbo a las elecciones y querrá imponer su calendario. Esto es legítimo, pero –conociendo la fragilidad parlamentaria del PSOE– del hecho que los partidos independentistas jueguen bien sus cartas y tengan clara la gestión de los tiempos políticos depende que la vía del diálogo y de la negociación sea inevitable para los que quieran gobernar en España.

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