Ahora es la hora, cuñados

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El almuerzo de los Aranda Salazar en Archidona

Corre por la red un vídeo de La Voz del Becario, bajo el título “Cuñados de todo el mundo reciben las últimas instrucciones para reventar la Nochebuena”. Ya saben de qué hablo: “Lleva el cuchillo, que el jamón no se corta así”.

El cuñado no ocupa un lugar preeminente en el grado de parentesco, no tiene la importancia del suegro ni, por supuesto, ostenta la carga indisoluble del vínculo con los hermanos, ni llega a la afinidad impagable de los primos, pero es de las pocas personas que entra hasta la cocina, literalmente. Te lo puedes encontrar abriéndote la nevera ("¿No tienes cervezas más frías?"), asiento en tu sofá y revolviéndote la tele ("¿No has visto esta serie que hacen en Amazon Prime?"), jodiéndose tu whisky ("A mí me gusta que tenga menos madera, pero ese que tienes se deja beber") u ocupándote el lavabo ("Al entrar he tenido que ventilar un poco...").

El tópico del cuñado dice que es capaz de explicar a un informático cómo se programa un ordenador, sabe quién mató a Kennedy y Carrero, todo lo compra mejor de precio que tú (antes iba a la nave de un polígono directo de fábrica , ahora en una web de gangas) y levanta las cejas mejor que nadie para expresar la sorpresa-decepción que le causa que no estés de acuerdo en que el auténtico genio de los Beatles era George Harrison. Claro que también hay callados, que venden, observan, comen, brindan educadamente, no se mojan con ninguna polémica y se van temprano, que al día siguiente tienen trabajo.

Si el infierno son los otros, el cuñado somos nosotros, nuestras manías, nuestros chistes de siempre, nuestras manías favoritas. De las cuñadas, si acaso, ya hablaremos otra Navidad, que este año esperamos a mucha familia a comer en casa.

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