Juntos ha salido de su congreso en Calella como una organización reestructurada y revitalizada, dispuesta a recuperar centralidad, y sobre todo, a gobernar de nuevo en Catalunya. Para ello, se ha querido presentar como una formación capaz de hacerlo todo a la vez: independentismo unilateral y (en letra más pequeña) eso que ellos mismos suelen llamar autonomismo, o trabajo de gestoría. Un poco lo del dicho, de querer mirar el plato y las tajadas. Para ello, han confeccionado una ejecutiva de carácter inclusivo, han sacado casi delicadamente a Laura Borràs de la presidencia del partido ya su puesto han puesto a Carles Puigdemont, que queda reconfirmado como líder. Mayorías en búlgara, ponencias aprobadas con noventa y nueve por ciento, listas cerradas y bloqueadas.
Para que todo esto funcione es necesario que Puigdemont pueda ejercer plenamente su liderazgo, y para que Puigdemont pueda ejercer su liderazgo es necesario que sea finalmente amnistiado (a pesar del boicot del Supremo en la ley de amnistía). Para que Puigdemont sea finalmente amnistiado es necesario que gobierne el PSOE, y para que gobierne el PSOE es necesario que se aprueben los presupuestos del Estado. De las negociaciones para que todo esto ocurra, Junts quiere sacar también las famosas competencias sobre inmigración, que van directamente ligadas a las políticas de seguridad: dos importantes líneas políticas europeas en las que Junts adopta de cada día más un discurso de derecha tirando a populista, muy en sintonía precisamente con los aires que corren por Europa. Y con un ojo puesto al particular también juntero: Aliança Catalana y la posibilidad de pactar si se presenta el caso (en el congreso de Calella no se mencionó la cuestión). Hasta aquí la parte "autonomista" de todo.
En cuanto a la parte de la épica y los sueños independentistas y unilaterales, Junts persiste en la misma retórica. Los hiperliderazgos tienen el peligro del providencialismo, y hablar de haber sido en los últimos años “dentro de los cuarteles de invierno” chirría con la evidencia de haberlos pasado gobernando Cataluña, desde la presidencia o desde un gobierno de coalición que rompió, precisamente, Junts. Había represión, por supuesto, pero se tenía en sus manos un poder político e institucional que se derrochó. Por otra parte, es curioso, como hizo Jordi Turull, reivindicar "la validez y la potencia" de la declaración de independencia del 27 de octubre, cuando en su momento esta declaración no fue ni publicada en el DOGC (quizás por esto dijo "validez", pero no "vigencia"). En general, y esto vale también para ERC, hay que tener coraje suficiente para salir a decir que esta vez sí que lo haremos todo, cuando durante siete años lo único que se ha hecho ha sido corroer la mayoría que estos dos partidos ( más la CUP) tuvieron en el Parlament, hasta perderla. El congreso de ERC se presenta diferente por el máximo enfrentamiento interno que se vive, y porque el liderazgo de Junqueras sí es cuestionado, pero es bastante probable que Junqueras vuelva a salir presidente. Grandes movimientos para no moverse de dónde estaban.