Alemania se encuentra en estado de choque. El martes, el Tagesschau de la pública ARD abría a las 20 h con la noticia de posibles despidos masivos en Volkswagen. No se descarta el cierre de alguna fábrica. El miércoles, la portada del conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung hablaba de la "debilidad general" del sistema alemán como hub económico e industrial. “Hay que entender” el anuncio de VW como “señal de alarma” de hasta dónde ha llegado el empeoramiento del país como sede productiva, remachaba Reinhard Bingener. VW sigue siendo en parte pública, gracias a la participación del Land de la Baja Sajonia, gobernado por el SPD de Olaf Scholz y los Verdes, dos de los tres partidos de la coalición de Gobierno federal en Berlín, los tres castigados masivamente por los electores en las recientes elecciones en Turingia y Sajonia.
Otra cosa que ya no funciona son los trenes. El ministro federal de transportes, Volker Wissing (FDP, liberales), considera "insoportable" la falta de puntualidad de Deutsche Bahn y ha anunciado un intenso "programa de saneamiento". En julio, sólo un 62% de trenes llegaron a la hora, mientras se decidía cortar el tráfico de una de las grandes arterias ferroviarias –en el tramo entre Fráncfort y Mannheim–, para realizar un saneamiento general. Otros tramos sufrirán cortes sucesivos hasta el 2027.
Solo faltaba Estado Islámico entrando en campaña. En Viena, en agosto, con el abortado intento de atentado en los conciertos de Taylor Swift. En Solingen, con el ataque a navajazos en una fiesta mayor. Morían tres personas y hubo ocho heridos graves. Los autores, hombres jóvenes radicalizados en internet. El de Solingen, un sirio que iba a ser expulsado un año atrás. Como en otros países, los delitos y el terrorismo con arma blanca han crecido de forma exponencial. Un regalo para el FPÖ austríaco y la AfD alemana; el último, un partido observado y considerado potencialmente de extrema derecha por la Oficina federal de protección de la constitución –servicio de inteligencia interno que protege a la democracia, el estado de derecho y los derechos humanos–. Desde la sentencia del tribunal administrativo de Meiningen en 2019, su líder en Turingia, Björn Höcke, puede ser tachado legalmente de fascista.
Aunque por la mínima, su victoria con un 32,8% de los votos es relevante porque nunca en los últimos 90 años había ganado las elecciones una formación como ésta. No ha habido sorpresas pero los resultados finales de unos comicios con alta participación causan preocupación y frustración. Ejércitos de expertos se estiran en el diván y tratan de explicar el fenómeno buscando posibles efectos contagio en las elecciones del 22 de septiembre en Brandeburgo, y del 29 en Austria. En el país vecino, el satírico Die Tagespresse hacía mofa del “error penoso” de la ARD alemana al anunciar los resultados de Austria cuatro semanas antes de tiempo.
Turingia ha realizado un Milei. Los partidos antisistema han ganado la partida a las fuerzas tradicionales (en alemán, los Volksparteien o partidos de la centralidad). En la TVP polaca, Andreas Umland del Instituto Sueco de Asuntos Internacionales hablaba de una sociedad envejecida en Alemania del Este, donde la despoblación y la fuga de talentos son algo. Quienes se han quedado votarían, sin valores ni percepción de riesgo ni de responsabilidad histórica, contra una cierta "modernidad" y lo que supone, en contraposición a la "zona de confort" de una cierta nostalgia postsoviética.
Deutschlandfunk hablaba con Ayman Qasarwa, presidente del Consejo de los extranjeros en Weimar. Después de tres décadas en Turingia, no se marcharía ahora como harán otros, pero se quejaba del racismo en el día a día, en las miradas e incidentes, en la calle y en el autobús. Alemania del Este tiene una quinta parte de la población total del país y un porcentaje de inmigrantes inferior a la media. Qasarwa se preguntaba: "Si dejamos de trabajar un solo día, ¿quién hará el trabajo?" Conscientes del problema, un grupo de empresarios creaban la campaña “Made in Germany, hecho desde la diversidad” –en un mitin, Höcke les deseó “graves turbulencias”–. Ciertamente, un estudio del Instituto de la Economía Alemana (IW) cifra en 532.000 los puestos de trabajo vacantes que existen ahora mismo en el país, sobre todo en oficios de formación técnica y para la industria. Sectores como la sanidad o la atención a la tercera edad necesitarán cubrir decenas de miles de plazas en los próximos años. A la hora de la verdad, los partidos de la derecha populista mantienen una retórica, pero son pragmáticos respecto a la inmigración regulada en origen, con la Italia de Meloni como ejemplo, según el Frankfurter Allgemeine.
El día de las elecciones, el presidente bávaro Markus Söder (CSU) exigía al Welt am Sonntag que “quien no tenga una aspiración clara [en el asilo]” sea devuelto [en caliente] desde la frontera. La CDU, que de momento –y al contrario que otros partidos conservadores europeos– se suma al cordón sanitario para impedir que la AfD llegue al poder, pide un claro endurecimiento de las leyes de inmigración. Tras los hechos de Solingen, ya toda prisa, el gobierno de Scholz anunciaba una batería de medidas al respecto.
Para el TAZ de Berlín, la explicación es que todo el país en su conjunto ha ido virando hacia la derecha populista. La evolución en el Este es más dramática, pero sigue siendo sostenida en la Alemania Occidental, como en otros países europeos.
En la TVP, Piotr Andrzejewski del polaco Instituto de Asuntos Occidentales hablaba del ganador real de las elecciones, la escisión de Die Linke en torno a Sahra Wagenknecht. A su juicio, un partido “neo-estalinista”, proruso, de retórica populista y antisistema como la AfD, formalmente de izquierdas pero contrario a la inmigración. Ambos partidos compartirían un discurso contra las élites políticas, remachó el experto, algo común en otros países postsoviéticos. El nuevo partido de Wagenknecht, con menos de 100 militantes en Turingia, entra en las quinielas para estar en los nuevos gobiernos regionales. Sin embargo, y aunque sea en la oposición, la AfD ha alcanzado la minoría de bloqueo de un tercio de los diputados en el Landtag de Erfurt, con lo que podría convertir la legislatura en “ingobernable”, según DeutschlandFunk.
Quizá para buscar consuelo, la FAZ se fijaba en Málaga. Allí están detenidos dos alemanes acusados de vender armas a bandas criminales. La casa de uno de ellos estaba llena de banderas nazis, uniformes de las SS, fotos de Hitler, y una gran placa de metal: "Aquí no se admiten judíos". "Todo esto no está prohibido en España", se lamentaba el rotativo, pero la policía les acabó deteniendo "al encontrar las armas".