El análisis de Antoni Bassas: 'Tierra quemada'

El problema va mucho más allá de los Mossos o de Hasél. Estamos ante un estallido social

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Tercera noche seguida de graves incidentes: además de en el Eixample de Barcelona, también ha habido disturbios en Tarragona, Sabadell y Valencia

En Barcelona, la manifestación reunió a centenares de personas, menos que los dos días anteriores, y de entrada todas de un perfil de edad muy joven, en la plaza Tetuan. De allá se movieron por el passeig de Sant Joan, sobre todo entre las calles Aragó, València y Bailèn. Antes la marcha se había parado en el departamento de Interior, que estaba custodiado por numerosas furgonetas y agentes de la ARRO de los Mossos d'Esquadra.

Explica Pau Esparch en esta crónica que algunos manifestantes, cuando estaban ante la sede de El Periódico, pintaron y tiraron piedras contra los cristales del diario y los rompieron. En el cruce de la calle Aragó con Bailèn se montó la primera barricada juntando varios contenedores de basura, que quemaron junto con mobiliario urbano –como por ejemplo señales de tránsito– que algunos participantes echaron a la hoguera. Las llamas, muy altas, afectaron parte de los árboles de la acera y algunos vecinos echaban cubos de agua por las ventanas. 

En resumen, otra noche de destrozos y de peligro por la integridad física de todo el mundo.

Hablando de integridad física, la situación es grave si tenemos en cuenta que una joven manifestante perdió un ojo martes. Los Mossos han prometido transparencia. Hoy explicamos que el foam se planteó como una arma selectiva y ahora parece que se usa para dispersar. Hace ruido, que puede tener un efecto de dispersión, sin embargo, como es una arma con una precisión bastante alta, no es como una bala de goma, que puede rebotar, sino que va allá donde se apunta, de forma que si se utiliza de manera adecuada no tendría que provocar impactos en la cabeza. 

A la violencia de las protestas y la mala praxis policial se añade el debate político. En Catalunya y en España. En Catalunya, el conseller de Interior, Sàmper, salió a decir que una manifestación no puede acabar con la pérdida del ojo de un manifestante y ha pedido una revisión inaplazable y urgente del modelo de orden público de los Mossos d'Esquadra. Esta declaración llega a la vez que Esquerra ha empezado a negociar la próxima legislatura con la CUP y se dispone a hacerlo con Junts.

Y en España, el caso Hasél ha acentuado la ya conocida tensión entre los dos socios de gobierno, el PSOE y Podemos. Podemos ha pedido los indultos de Hasél y Valtònyc, no ha condenado los graves incidentes, y el PSOE echa fuego por la boca.

Como les decía ayer, la situación es grave porque nos están cayendo encima todos los malestares acumulados. Por más duro que sea decirlo, el problema va mucho más allá de los Mossos o de Hasél.

Estamos ante un estallido social, de una chispa, como dice hoy Villatoro, que enciende un campo seco. Seco por el paro juvenil, por la falta de futuro de muchos jóvenes, incluso de los que se esfuerzan y trabajan para buscarlo, que ven desahucios de familias con niños o compañeros que se van al extranjero a buscarse una vida que aquí no encuentran. Jóvenes que toda la vida han oído hablar de crisis, ahora castigados por la pandemia, que oyen hablar del rey Juan Carlos viviendo en los Emiratos con los bolsillos llenos, Bárcenas hablando de décadas de corrupción del PP, o de los presos políticos, o de la ultraderecha pronunciando frases repugnantes y la justicia que se lo mira, a ver si vé el delito. Porque este es uno de los problemas: el Estado parece que no tenga otra respuesta que policía y jueces para los problemas sociales. Ha sido Hasél como podría haber sido otro motivo, pero todo esto es un primer aviso serio que se ha estropeado la confianza en el sistema de funcionamiento de la sociedad, este híbrido entre la iniciativa individual y el Estado.

Hoy explicamos que entre los detenidos hay personas de entre 18 y 25 años, y algunos menores de edad, que abren los ojos a un mundo que se ha trabado. No, el primer problema no son los Mossos, ni siquiera Hasél. Esto solo ha sido la chispa.

Queremos expresar desde aquí nuestra solidaridad con los compañeros de El Periódico, la sede del cual fue atacada ayer con destrozo de cristales. Nuestro reconocimiento para los que trabajan para que todo vaya mejor, para los presos políticos, para los exiliados, y que tengamos un buen día.

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