El aula de acogida

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Imagen de archivo de un aula de la Escuela Decroly, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi de Barcelona.

El departamento de Educación, tras recibir los resultados del informe PISA, adujo que existía “una sobrerrepresentación de alumnos de origen migrante y que esto hacía bajar la media catalana”. Después, rectificó.

Habría sobrerrepresentación si, por ejemplo, se hubiera evaluado a una mitad de alumnos de origen migrante en todo el informe si en las escuelas catalanas no hay, en realidad, el cincuenta por ciento de alumnos de origen migrante. Si resulta que sí, el informe no estaría sobredimensionado y reflejaría la realidad catalana.

La cuestión me lleva, pero, y sobre todo, a las aulas de acogida. Este sistema que hemos puesto en marcha para estos alumnos. Diría que las aulas de acogida son una venda para una tubería.

A la escuela de mi hija, pública, en un entorno acomodado, llegaron dos niñas, una islandesa y otra paquistaní. Tanto una como otra, de unos diez años, pasaron un curso no entendiendo mucho. Los padres de una de ellas, además, no hablaban ni catalán, castellano, ni inglés. Entonces, al año, las dos niñas ya hablaban catalán y castellano y la pizca de inglés. El sistema las pudo "absorber" porque sólo eran dos y de la misma edad. ¿Qué puede hacer una escuela que recibe, por ejemplo, veinte alumnos, todos de orígenes diferentes y de edades diferentes? Claro que una chica de 16 años –también hablo de un caso que conozco– venida de Filipinas el primer año en el instituto suspende matemáticas, porque no entiende nada.

Con tres meses en un “aula de acogida” y veinte alumnos, ¿qué hacer? ¿Qué se hace después de estos tres meses? Como somos un país que recibe y recibirá a muchos alumnos de estas características, lo que hay que hacer es pensar cómo hacer y destinar profesionales extras.

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