Autopistas colapsadas y déficit de inversiones: todo va ligado

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Colas a la AP-7

Nos espera un verano de autopistas colapsadas. La liberación de los peajes, una reivindicación histórica catalana, ha tenido como resultado lógico el incremento de tránsito y, por lo tanto, de los atascos. La pandemia había enmascarado un problema que ahora empezamos a ver, detrás el cual hay el déficit de inversiones en infraestructuras que también hace años que sufre el país: en especial en carreteras alternativas y en transporte público (sobre todo ferroviario). Precisamente estos días han coincidido las dos noticias: los problemas de la AP-7 y el déficit en la ejecución de las inversiones del Estado en Catalunya. El anuncio este viernes, por parte de la ministra de Transportes, Raquel Sánchez, de nuevas obras –y el plantón que le ha dado el Govern para denunciar los incumplimientos– no hace sino reafirmar la relevancia de un debate que viene de lejos y que no tiene una solución ni fácil ni rápida. Porque cuando hablamos de infraestructuras, las decisiones que se toman (o no se toman) no se acaban notando hasta después de mucho tiempo. Y en este caso no solo han faltado inversiones, sino también decisiones.

¿Qué se puede hacer, pues, a corto y medio plazo para minimizar el colapso del gran eje viario catalán, equivalente de la antigua Vía Augusta romana y, antes, de la vía Heraclia, que ya atravesaban el territorio de norte a sur? No hay soluciones mágicas. Lo que hace falta es tomar medidas sin dilaciones. De entrada, y de cara a las operaciones salida y retorno de los fines de semana y festivos más conflictivos del verano, es imperativo limitar el transporte de mercancías con camión y habilitar carriles adicionales, una doble actuación apenas anunciada ahora que puntualmente puede resolver situaciones críticas, pero que no sirve para el día a día. Porque mientras no haya un transporte de mercancías ferroviario, los camiones tendrán que continuar circulando por las carreteras y autopistas. Otra medida que tampoco tendría que tardar, y que hay que valorar bien, es la reintroducción de algún tipo de pago, sea con viñeta o con otros sistemas (incluso de precio variable en función del día): en todo caso tendría que introducirse en todas las vías rápidas del Estado (no solo las catalanas) y, en función del sistema elegido, podría penalizar especialmente los vehículos turísticos, muy abundantes en el caso catalán. Por motivos obvios, es una decisión nada fácil de tomar, pero que hay que abordar con responsabilidad y valentía.

En un sentido más amplio, el problema del colapso de las autopistas va íntimamente ligado a la carencia de transporte fiable y eficaz de los trenes de cercanías y de la red de autobuses por carretera, de forma que muchos ciudadanos no tienen ningún más remedio que moverse diariamente con su coche particular, utilizando ahora la autopista gratuita. Hacer frente a este déficit, tantas veces denunciado, es absolutamente necesario. Hasta que las líneas de Cercanías no sean efectivas (con mucha más frecuencia, horarios más alargados hasta la noche y puntualidad fiable), difícilmente se conseguirá romper la dependencia del coche privado. Y para hacerlo posible hace falta una inversión realmente fuerte, sostenida en el tiempo y, por supuesto, ejecutada.

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