Nosotros, los que bajamos el nivel

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Alumnos de un instituto escuela en una imagen de archivo.

Nos lo hemos oído decir toda la vida, nos lo han repetido tanto, que los inmigrantes bajamos el nivel académico del país, que al final nos lo hemos creído. Es una pesada losa, un prejuicio con el que nos hemos encarado de diferentes maneras. Algunos cumplen con la profecía del fracaso comportándose como se espera que lo hagan en tanto que moros o sudacas, que es lo que esconde el muy aséptico “recién llegados” (recién llegados con acento gerundense o leridano, ¡qué cosas! ). En el otro extremo están los que intentan desmontar el estigma esforzándose hasta extremos inhumanos, flagelándose si un día se dejan una geminada o una ce rota: el pequeño error demuestra la tara congénita por ser “de fuera”. Como alumno no respondes sólo por tu rendimiento individual, sino que lo haces como representante de un colectivo en el que alguien te ha inscrito sin ti haberlo elegido. Tu fracaso hará más sólido y robusto el prejuicio; tu éxito dirán que es una excepción y que una flor no lleva la primavera. Que alguien me explique cuántas flores son necesarias para hacer estallar la primavera en el seno de este racismo tan enquistado, porque yo ya llevo varios años conociendo excepciones que siempre se excluyen de la norma fatal del fracaso escolar.

Las moras empollones , brillantes y currantes que hay en tantas escuelas e institutos de Cataluña ahora han vuelto a oír el mantra racista, y no en boca del facha de turno que nos quiere expulsar a todos, sino de un señor secretario de Política Educativa que trabaja a las órdenes de una consejera progresista e igualitaria. ¿A qué se refiere el muy ínclito García Plata cuando habla de alumnado inmigrante? Yo tenía entendido que los niños estaban escolarizados en igualdad de condiciones, pero las palabras del secretario demuestran que se hacen distinciones por motivos de procedencia. ¿Dónde está aquí la muy inclusiva consejera de Igualdad y Feminismos? ¿Y Najat Driouech, que presume de integración porque le dejan llevar pañuelo al Parlamento? ¿O es que el antiracismo sólo se practica en mezquitas donde hombres y mujeres se sientan separados? ¿Qué será, según Garcia Plata, un “nativo catalán”? Mis hijos y mis sobrinos, pongamos por caso, ¿son “nativos catalanes” teniendo cómo tienen El Hachmi de primer apellido? En cualquier caso, lo que García Plana quiere decir con sus declaraciones es que nosotros venimos tontos de casa, que somos idiotas de nacimiento y, por eso, bajamos el nivel general. Ferrusola y Vandellós, más vivos que nunca en este racismo biologicista en boca de un gobierno progresista.

Ya es curioso que se carguen las culpas del fracaso de la política educativa precisamente sobre los alumnos que deben hacer más esfuerzos para sobrevivir a un sistema que les menosprecia sistemáticamente, que los relega a barracones y centros segregados, que no actúa allí donde los padres no pueden organizarse para pedir mejoras. Un sistema que les maltrata de facto, condenándoles a escolarizarlos en las peores condiciones para después atribuirles el mal funcionamiento de todo el conjunto. Este tipo de perversiones llevan tiempo instalándose en nuestra cínica clase política. Los ciudadanos pagamos todo un departamento de Educación para que nos diga que niños y niñas políglotas desde pequeños, espabilados por las necesidades que les impone el entorno, con una visión mucho más real de la complejidad del mundo que sus homólogos “nativos ” sobreprotegidos en burbujas de bienestar, acostumbrados a cruzar fronteras yendo de un continente a otro, son los que hacen bajar el nivel. Menos mal que Anna Simó salió a arreglar el tema y nos dijo que es la pobreza y no la procedencia lo que explica unos datos tan nefastas. Qué bien, podemos elegir entre ser tontos por moros o tontos por pobres. Claro, los niños ricos y “nativos” seguro que recitan Ausiàs March para desayunar y declinan verbos en latín antes de acostarse. Seguro.

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