Del barro a la caspa
Para tomar la temperatura de la derecha española tras la dimisión a cámara lenta de Mazón, un buen termómetro es echar un vistazo a lo que escriben los columnistas de los diarios de centro moderado. Están ocupados dilucidando la virilidad de Mazón, la falta de testosterona que, a su juicio, tiene la culpa de su proceder indigno. Escriben cosas como feminoide, pobre hombre, gran hombre, la rubia de El Ventorro o a mí me gustan muchos hombres. Piensan de verdad que escribir estas cosas les hace provocadores, frente al molino de viento que llaman pensamiento woke. Se ven a sí mismos como valientes y políticamente incorrectas. Están aquí, y de aquí ya no saldrán nunca.
Quizás porque son muy machos, los diputados del Partido Popular y el de Vox que estaban presentes durante la comparecencia de las portavoces de las víctimas de la dana ante la comisión del Congreso se abstuvieron de aplaudirlas y de mostrar la más mínima seña de cordialidad –ya no vamos a decir nada de empatía– hacia ellas. Es el corolario del discurso oficial que se ha impuesto al PP, y que consiste en presentar a Mazón como víctima de unas asociaciones de víctimas que cometieron la "crueldad" (es la palabra que utilizan) de abuchearle tildándole de asesino. Desde Feijóo hasta la vicepresidenta del Consejo valenciano, Susana Camarero, pasando por los creadores de opinión de la derecha nacionalista, coinciden todos en la misma canción: Mazón ha tenido que sufrir durante un año una cacería salvaje, etc. Las acusaciones a las asociaciones de víctimas de estar "politizadas" y de buscar beneficio propio a cuenta de la tragedia (como ya se hizo con las víctimas del 11-M o las del metro de Valencia, o como se hace ahora mismo con las mujeres que sufren las consecuencias del desaguisado en los cribados de las pruebas de cáncer).
Un par de machos alfa de primera categoría, Feijóo y Abascal, se llamaron este martes para empezar a decidir quién debe sustituir a Mazón en la presidencia de la Generalitat Valenciana. Que esta decisión la tomen un líder fracasado y uno neofranquista, atendiendo estrictamente a sus intereses de partido y desde un absoluto desconocimiento de la realidad del País Valenciano, es una expresión de una completa ausencia de sentido democrático. La ley no obliga, pero en una ocasión como ésta, en atención a la gravedad de los hechos ya la anomalía del año que ha pasado Mazón indignamente atrincherado en el cargo, era obvio que lo que correspondía era convocar a la ciudadanía a las urnas. La barrena que puedan atar a un Feijóo arrodillado ante un Abascal crecido será una mofa en las instituciones de autogobierno del País Valenciano y en el derecho de su ciudadanía a decidir quién quiere que gobierne en adelante.
El último hombrecillo de la jornada fue Miguel Ángel Rodríguez, que presumió de sus prácticas de politiquería sucia ante el Tribunal Supremo, con la arrogancia de quien está convencido de ser intocable. Un año después, una riada de caspa y aguas fecales baja desbordada por las cloacas de la política española. Y a la derecha es donde existen más convulsiones.