El EDITORIAL

‘Boomers’, 'zoomers' y “el espíritu del tiempo”

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Los cortes generacionales forman parte de la evolución humana. Más allá de las aceleraciones de la historia, los cambios de mentalidad de padres a hijos se han dado siempre y han reflejado lo que Jünger, siguiendo el hilo de Hegel, llamó “el espíritu del tiempo”. En las dos décadas del siglo XXI, los tiempos han estado marcados por la creciente conciencia ecológica ante el cambio climático, por los feminismos y la fluidez de las identidades de género, por la alargada crisis de las ideologías gestada a finales del siglo XX, por la irrupción del terrorismo global yihadista y por una globalización comunicativa y económica que ha traído una fuerte precariedad vital y el encogimiento de las clases medias, sobre todo en las democracias occidentales, después de décadas de progreso sostenido desde la Segunda Guerra Mundial.

Todo esto es lo que, a grandes rasgos y quizás sin ser plenamente conscientes, define la mentalidad de la generación de los zoomers, los jóvenes nacidos a partir de finales de los 90. En contraposición, sus padres o abuelos forman parte de otro universo sociopolítico y mental, el de la posguerra mundial y, en nuestro caso, el franquismo. En el entorno occidental, marcado geopolíticamente por la Guerra Fría, fueron unos años de crecimiento económico y progreso en el bienestar colectivo. La alternancia de democracia cristiana y socialdemocracia, más el estallido de Mayo del 68, trajeron una evolución social consistente y no traumática. A pesar de la amenaza nuclear y las crisis de la descolonización, fueron décadas de optimismo y adelantos tanto sociales como tecnológicos. A pesar de la irrupción del neoliberalismo a partir de los años 80, con Thatcher y Reagan, los boomers han ido mejorando su nivel de vida. La caída del bloque soviético hizo alargar el espejismo, que en el caso catalán tuvo todavía los Juegos del 92 como guinda del pastel.

Y precisamente esto -un horizonte de progreso- es lo que los que forman parte de la generación Z ven que no tienen: de hecho, son conscientes que irán a peor. Atrapados en la precariedad laboral -el paro juvenil es especialmente grave en Catalunya y España- y en el problema de la vivienda, han perdido la fe en un sistema que no les da salidas. Se sienten más víctimas que partícipes. La crisis financiera global a partir del crac de Lehman Brothers de 2008, abordada con recortes de las políticas sociales, marcó un antes y un después. Y la pandemia del covid-19 ha sido otro batacazo, a pesar de que en este caso las políticas públicas no han sido de austeridad. Naturalmente, ni todos los boomers han salido airosos ni todos los zoomers lo viven igual (por ejemplo, muchos hijos de inmigrantes sí que están mejor que sus padres), pero la brecha económica generacional es, en este caso, un hecho muy real y penetrante.

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