La líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols, en el Parlament este jueves.
03/07/2025
Escriptor
2 min

"Unos se venden la nación por cargos y calderilla y otros la regalan a quien llega remolcado por traficantes y mafias. Y mientras tanto los catalanes levantándonos a las cinco de la mañana para pagar la fiesta". Son frases de una intervención de la líder de Aliança Catalana, Sílvia Orriols, en el Parlament. Quienes, según ella, se venden la nación por calderilla son ERC; quienes la regalan son el PSC; quienes llegan remolcados por traficantes y mafias son los inmigrantes que logran sobrevivir a los viajes a bordo de las pateras. Con esa entonación que parece salida de alguna grabación de TV3 de los años ochenta, la retórica orriolista (una reducción de las efusiones ideológicas del fundador del partido, Jordi Aragonès, cosinísimo del presidente Pere Aragonès) escupe rencor contra todos los grupos de la cámara, sobre todo los de ellos en Catalunya, y les hace culpables de la izquierda. O no pueden vivir tranquilos, ni con horizonte de expectativas razonable, condenados a levantarse a las cinco de la madrugada por sufragar los privilegios de los inmigrantes remolcados por mafias. A los grupos de la derecha, especialmente Junts, los trata como a los hermanos vendidos en el sistema, pero hermanos al fin y al cabo, condenados a entenderse un día u otro.

Victimismo, demagogia, identificación de enemigos, señalamiento de culpables de un supuesto derrumbe nacional que tiene su máxima expresión en el hecho de encontrarse magrebíes por las calles. Racismo regado con mentiras ("ya querríamos que los hijos de los catalanes fueran tan bien tratados como los tipos"), negacionismo del cambio climático ("una excusa para limitar libertades"), natalismo (ella misma se presenta en X como "madre de cinco catalanes"), la sospecha contra la cultura como una especie de peros que woke ("sois acostumbrados a viajar", le reprochaba a Salvador Isla, en tono de sospecha). Etc.

La aportación de Aliança Catalana al parlamentarismo catalán, después de más de un año de presencia en la cámara, es de una mediocridad estremecedora, comparable sólo a la que dejó Ciutadans durante su desgracia existencia AC no es tan sólo un populismo surgido del desencanto de una parte del independiente. esparcieron Arrimadas, Carrizosa y compañía. Eso mismo le augura (incluso parece que le asegura) un fuerte crecimiento electoral en unas elecciones que Isla querría no celebrar sin agotar la legislatura, es decir en el 2028.

Quienes aplauden o sonríen ante las cárceles rodeadas de caimanes y cocodrilos de Donald Trump, sienten satisfacción contemplando los pasos de lagarto del trumpismo del señor Esteve que representa a AC dentro de la política catalana. Una síntesis, seguramente no tan inverosímil como pueda parecer, entre el ultraespañolismo de Vox y Ciutadans y el supremacismo de un cierto independentismo que ahora se siente humillado. A su alrededor, y de alguna otra propuesta de momento extraparlamentaria, pulula un enjambre de resentidos y oportunistas.

stats