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En campaña

Catalunya está en campaña electoral. La fecha de las elecciones dependerá del president de la Generalitat, pero la limitada remodelación del Govern está hecha en clave electoral. El primer paso fue resolver la incógnita de la candidatura de Aragonès cuando Oriol Junqueras se retiró de la ecuación de ERC para detener el desgaste que provocaba su sombra. Esta semana el president de la Generalitat ha dado galones a la consellera encargada de las relaciones con el PSOE, Laura Vilagrà, y a Sergi Sabrià, el fontanero del partido y ahora del Govern. Los republicanos han empezado a leer las encuestas y ven que no están capitalizando a su favor el gobierno en solitario. La gestión es más complicada de explicar a la opinión pública que la agitación y la propaganda, y la atención de los ciudadanos es cada día más difícil de mantener. Para recuperar la iniciativa política y el foco informativo que hoy está en Madrid, el president ha elegido a un portavoz que bajará al barro. Con Sabrià, el Govern tiene hoy a un portavoz político convencido y contundente, duro en el cuerpo a cuerpo pero a la vez frágil por su ímpetu y carácter volcánico. Su reto será saber calibrar entre la dureza del ring y la realidad de los pactos. Sin ir más lejos, en el Ayuntamiento de Barcelona si acaba fructificando el acercamiento actual de ERC al equipo del alcalde socialista, Jaume Collboni.

Las elecciones de junio en el Parlamento Europeo preocupan a los republicanos porque Junts se ha reavivado en el Congreso gracias a la capacidad de negociación con el PSOE y, además, la amnistía avanza pese a las maniobras del juez García-Castellón. Unos y otros saben que la vuelta del ex president Puigdemont generará una ola de simpatía que influirá en el ánimo de los votantes soberanistas, y ERC quiere poner en valor tanto la gestión realizada en los últimos años como haber realizado antes el aterrizaje estratégico.

En Junts, Míriam Nogueras se ha consolidado en la negociación con el PSOE, pero el grupo parlamentario ya ha entrado en el escenario de los pactos y no le será siempre igual de rentable tener a los socialistas permanentemente con el corazón en un puño. Los negociadores de la Moncloa, que primero se confesaban estupefactos por la desconfianza de la negociación, ahora saben que tendrán que convivir con la amenaza permanente de romper, pero confían en que la estrategia de Junts de negociar ya es irreversible.

La verdadera batalla

Mientras, la verdadera batalla democrática de España se juega por el control del poder judicial y la utilización política de los mecanismos policiales al servicio de la ideología del gobierno de turno. De lo que ha emergido de la operación Catalunya se desprende que no solo existe una utilización política de los organismos del Estado, sino también servilismo judicial, mediático y policial a cambio de beneficios económicos o relacionados con la promoción profesional. La palabra que lo resume es corrupción. Los niveles de corrupción de la democracia española son alarmantes. Se trata de investigaciones sin orden judicial y de varios cuerpos policiales compitiendo entre sí a las órdenes de ministros, y con el conocimiento del presidente del gobierno del PP. Se trata también de escuchas de la seguridad del Estado a un conseller mientras negocia acuerdos de gobierno con el PSOE. Se trata también de un juez que adapta su auto a tiempo real para evitar que el acuerdo del legislativo por la amnistía se lleve a cabo. Se trata de la publicación de dosieres sin contrastar y de la programación de la publicación de determinada información con las partes implicadas y en el momento políticamente oportuno.

Corrupción

La corrupción de la política española es el resultado de la utilización del Estado con fines partidistas. El momento es grave, y veremos si la mayoría parlamentaria es capaz de poner orden.

El Procés tenía un componente importante de ejemplaridad. La mayoría de la sociedad catalana soñaba con una sociedad más libre pero también menos corrupta, más justa y con estándares democráticos más elevados que los que tiene. Las cartas se han repartido de nuevo y, terminado el Procés, es necesario saber qué proponen nuestros representantes públicos hoy. La gestión puede parecer aburrida, pero de la escuela dependen el ascensor social, la cohesión y la competitividad de la economía. De las políticas gubernamentales dependen el acceso a la salud, la seguridad en las calles, el funcionamiento de las infraestructuras, las universidades y también, en parte, el uso de la lengua. No cabe duda de que ha comenzado la campaña electoral. Lo que no está tan claro es cuál es el proyecto de unos y otros más allá de que haya subido el tono de la confrontación. Quizá solo sea ruido. Unos y otros saben que el próximo Govern se hará con un Parlament en el que se haya negociado con el contrincante.

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