Caos, desidia y abandono

Salomé Pradas, consejera valenciana de Justicia e Interior, junto al ministro de Política Territorial y Memoria Democrática Ángel Víctor Torres en el Centro de Coordinación Operativo Integrado (CECOPI) el 4 de noviembre.
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Aparte del duelo –tan enorme que aún tardaremos en hacernos cargo–, la tragedia de la DANA de la Comunidad Valenciana ha dejado también una galería del esperpento literalmente alucinante. Solo faltaba que la consejera de Justicia e Interior, Salomé Pradas, máxima responsable política en cuanto a emergencias, reconociera que desconocía la existencia del sistema de alerta masiva a través de los móviles, el ES-Alert. Puede leerlo en la información de Andrea Zamorano y Aleix Moldes en este diario: al parecer, la consellera se enteró de que existe este sistema el mismo día de las inundaciones, a las ocho de la tarde y por casualidad. Esto explica que la alarma no llegara a los móviles de los valencianos hasta las ocho y doce minutos de la tarde. Es imposible no pensar en ese ciudadano que contaba a los periodistas, lloroso, que recibió la alarma en su móvil encaramado en un árbol, viendo pasar dentro de las aguas desbordadas a personas que se ahogaban. La consellera, subrayémoslo, ha admitido su completa ignorancia sobre esta herramienta básica para realizar su trabajo nueve días después de los hechos.

El cúmulo de despropósitos del gobierno de la Generalitat Valenciana en esta crisis es demencial y causa estupor, además de indignación. El mismo día de la DANA, el presidente Mazón había elegido como director general de interior (a las órdenes, por tanto, de la consejera Pradas) a un tal Vicente Huet, que fue alcalde del municipio de Barxeta y de quien la consejería destacó que fuera “experto en festejos taurinos” (se añade, por tanto, al ex vicepresidente y exconsejero de Cultura Vicente Barrera en la desazón de este ejecutivo por la tauromaquia). Por su parte, el mismo día de los hechos, Mazón en persona llegó dos horas tarde a la reunión de emergencias. Y desde entonces, toda su actuación no ha sido más que una ofuscada y oprobiosa huida hacia adelante, intentando sacudirse responsabilidades y endurecerlas a quien sea. Tras haber culpado a la AEMET, al UME e incluso a la Confederación Hidrográfica del Júcar, llegó la explicación definitiva: la culpa es de Pedro Sánchez.

Pensar que gobernar puede consistir en situar en cargos de responsabilidad a personas que están incapacitadas para ejercerlos, sólo para demostrar prepotencia y enfadar al adversario, es una imbecilidad. Pero también es algo peor: una malversación de caudales públicos que además, en cualquier momento, puede tener trágicas consecuencias para los ciudadanos. En este caso se puede decir, sin miedo a exagerar, que la incompetencia, la vagancia, la desidia y el abandono de los gobernantes valencianos han provocado el caos y han costado vidas. Este sábado hay convocadas manifestaciones en diversas ciudades de la Comunidad Valenciana y de los Països Catalans para exigir, como mínimo, la dimisión de Mazón. De ninguna manera debería servirle de cortafuegos el cese de Salomé Pradas, la consejera de Justicia e Interior que no sabía que existiera el sistema de alertas.

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