Luis Rubiales llegando a la Audiencia Nacional, donde se celebra el juicio en el que le acusan de agresión sexual y coacciones.
14/02/2025
Psicòloga especialista en victimologia
2 min

Esta semana ha quedado visto para sentencia el juicio contra Luis Rubiales. En otros artículos hemos hablado del beso, hablemos ahora de las coacciones.

La coacción es una técnica psicológica que busca presionar, subyugar y dominar a una víctima mediante amenazas, manipulaciones emocionales, intimidaciones… con el objetivo de controlar su comportamiento. En este caso, se produjo para evitar que Jenni Hermoso denunciara al presidente de la Federación Española de Fútbol.

La coacción es una herramienta poderosísima que se puede manifestar inicialmente de manera sutil, con palabras amables, lo que hace que muchas veces no se reconozca como tal. A menudo ésta va aumentando de intensidad y entonces es cuando la víctima puede empezar a identificar lo que está pasando.

Pueden ponerla en práctica un individuo solo o un colectivo de personas. Suele ocurrir que en entornos poderosos, como el que nos ocupa, estas estrategias se utilizan para utilizar una dinámica de poder en beneficio propio. Con la coacción se genera miedo e incertidumbre desde una posición de fuerza. En el caso particular de Hermoso, Rubiales y los demás miembros de la Federación acusados ​​de coacciones (Jorge Vilda, Albert Luque y Rubén Rivera), según lo sabido durante el juicio, pretendían generar en la víctima, pero también en su entorno, presión para que no se sintiera libre para decidir si denunciaba o no. Las coacciones buscan forzar a actuar en contra de la propia voluntad, por miedo a las consecuencias.

Lo hemos visto en este caso y es habitual en casos similares: en el cierre de filas de estas guerrillas de hombres poderosos se crean ambientes irrespirables para la víctima y para su entorno. Las personas que viven bajo las coacciones se encuentran en un constante estado de angustia y miedo, con el temor y la incertidumbre de que las amenazas se hagan realidad (nadie te creerá, eres una exagerada; ya hablaremos solo; por qué haces esto a tus compañeras; ya te lo encontrarás...). También son manipuladas a través de estrategias como hacerlas sentir en deuda para que la culpa o la pena las acalle (por qué nos haces esto, con todo lo que hemos hecho por vosotros; le estás destrozando la vida a este hombre, está muy afectado…). Con el tiempo, este continuo estrés puede provocar trastornos psicológicos más graves. La experiencia es dura y deja cicatrices. Sin embargo, hay mujeres que deciden denunciar, con todo lo que conlleva en un caso así. Desgraciadamente, todavía es un auténtico acto heroico.

Lo más perverso es que las coacciones te hacen dudar de ti. Esta dinámica puede impactar también en la autoestima de las víctimas y su capacidad para tomar decisiones. Un buen acompañamiento y una red de soporte son clave. Como también es clave dar sentido al gesto de denunciar, independientemente del resultado final, por estar en paz con una misma, por poner fin a las coacciones y, sobre todo, por acabar con la impunidad de quienes abusan de su poder.

Las coacciones no son muy visibles, pero suelen ser unas de las grandes responsables de que las mujeres no denuncien.

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