Cataluña, atrapada en residuos
Hace unos días se publicaron los resultados del balance de la gestión de residuos municipales en Catalunya correspondientes a 2024. Aunque podría parecer que avanzamos, la realidad es tozuda: seguimos estancados. Después de 25 años de recogida selectiva de la fracción orgánica y más de dos décadas de fiscalidad penalizando el vertedero, apenas rozamos el 40% de reciclaje real. Muy lejos del 55% que exige Europa para 2025 y aún más del 65% fijado para 2035.
Los datos hablan por sí mismos. La recogida selectiva fue del 47,1% en 2024, sólo cuatro puntos porcentuales más que en 2019, un avance que no alcanza ni un punto de incremento anual. Y eso a pesar de que el 42,3% de los municipios cuentan ya con sistemas de alta eficiencia como el puerta por puerta o contenedores cerrados con control de acceso. Mientras, la generación de residuos por habitante ha crecido: 482 kilos por persona al año, un 1% más, lo que junto con el incremento de la población se traduce en un 2,5% de residuos adicionales gestionados por los municipios catalanes que el año anterior.
Cierto es que hay algunas luces. Sigue un cierto desacoplamiento respecto al crecimiento económico; la recogida de materia orgánica, después de años de letargo, ha repuntado, con un 6% de incremento, y la recogida de los envases se mantiene en una línea ascendente. Pero estas mejoras no cambian el diagnóstico. Estamos prácticamente donde estábamos: lejos de los objetivos de reciclaje y lejos del 10% máximo a vertedero para 2035 (hoy seguimos en el 31,5%).
Puede parecer esperanzador que en Catalunya estemos muy cerca, a más de 10 años vista, del cumplimiento de la obligación del 50% de recogida separada municipal que recoge la ley 7/2022 en España para 2035. De hecho, 21 comarcas catalanas superan ya esta cifra. Lástima que este objetivo estatal carezca de cualquier rigor matemático: con un 50% de recogida separada se alcanza, siendo optimistas, un 40% de reciclaje real; a una distancia sideral del objetivo europeo del 65% para 2035.
Como no se trata de hacernos trampas en el solitario, quedémonos con la imperiosa necesidad de mejorar. ¿Cómo? Pues seguimos a la espera de grandes avances en recogida en ciudades medianas y grandes; seguimos a la espera de infraestructuras que sustituyan al vertedero en el tratamiento finalista, en una situación actual cercana al colapso sin saber dónde verter, y seguimos esperando obligaciones para los productores, que deben llegar para aligerar una mochila municipal que empieza a pesar demasiado. Al fin y al cabo, más del 60% de los residuos domésticos proceden de productos que alguien ha puesto en el mercado.
Quizás hasta que el coste de gestionar y reciclar el residuo de una camiseta no sea más caro que el precio de venta actual de alguna de ellas no habremos enviado el mensaje adecuado a la sociedad de lo que realmente implica lo de la economía circular.