El choque económico de la guerra apenas comienza

Europa está en guerra. Ya estamos viendo el drama humanitario, las muertes, el éxodo de la población, la indefensión de tantas familias ucranianas, la destrucción. Dos semanas después del inicio de la invasión rusa, todo esto nos está sacudiendo como sociedad. Nos habíamos acostumbrado a la paz. Quién nos tenía que decir que echaríamos de menos la aburrida y frustrante diplomacia política. Sí: el populismo antipolítico ha hecho mucho daño y nos ha acabado trayendo la peor alternativa, la de la violencia de las armas, de la muerte. La guerra.

Y junto a ese paisaje de muerte y desolación también estamos siendo testigos de los efectos colaterales económicos, que ya empezamos a notar y que irán a más. Veníamos del encadenamiento, casi sin solución de continuidad, de la crisis financiera iniciada en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers y la crisis también global de 2020, de paro del comercio y de la producción a escala mundial a causa de la pandemia del covid. Cuando todavía no nos habíamos rehecho, Putin ha dinamitado su recuperación. Rusia está siendo, sin duda, el país más perjudicado a causa de las sanciones muy unánimes de Occidente y de los países desarrollados en general (incluyendo, por ejemplo, Japón y Australia). La fuga de empresas internacionales, el aislamiento bancario y comercial y la consiguiente caída del valor del rublo están resultando letales para Moscú, hasta el punto de que no resulta descabellada una posible quiebra rusa.

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Pero incluso en ese caso, habría una onda expansiva. Los más perjudicados por una quiebra rusa serían la banca italiana y francesa. En cualquier caso, la sacudida se está notando en todas partes, en especial en Europa, y más concretamente en el terreno energético. Los precios del petróleo, el gas y la electricidad se han disparado, con lo que esto supondrá de forma directa e inmediata para los ciudadanos y las empresas. Si ya habíamos visto cómo la inflación se disparaba en los últimos meses, ahora todavía más. Si ya muchos negocios habían salido tocados por la parálisis del virus y el aumento de los precios de la energía, ahora todavía más.

Según una encuesta interna de la patronal Pimec a sus socios, justo antes de la escalada brutal del coste de los combustibles y la luz de los últimos días a causa de la guerra, un 16,4% de las pymes ya no tienen garantizada su continuidad, con 320.000 puestos de trabajo en juego. Y ahora mismo la situación empeora día a día. Comparada con el resto de Europa, en España la energía ya era mucho más cara, por lo que si no se detienen los brutales aumentos de ahora se entrará en unos costes inasumibles para muchas empresas y familias. Y más allá del problema energético, existen otras afectaciones. Ucrania mismo ha prohibido exportaciones para intentar sobrevivir, siendo líderes mundiales en producción de aceite de girasol y cereales, cuyos precios se han disparado.

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Sin duda, no podemos dejar solos a los ucranianos ante la injustificable agresión rusa, un ataque a la soberanía de un país europeo democrático. Hay un imperativo ético y político que nos obliga a apoyarles. Pero debemos ser conscientes de que cuanto más se alargue el conflicto, más dura será la caída para todos. El choque económico de la guerra apenas comienza.