La cruda realidad (2)

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Alumnos de una escuela de Barcelona, en una imagen de archivo.

La noticia de los resultados de el informe PISA en Cataluña ha multiplicado el tráfico de comentarios y mensajes recibidos. Después de cribarlos, he aquí un resumen de ideas.

El nivel de exigencia a los alumnos ha ido bajando. Conocimientos que antes se enseñaban a los doce años se enseñan ahora a los catorce. Devaluación del concepto esfuerzo.

Hay que reforzar el prestigio de la carrera de docente. Más maestros en el sistema no solucionan el problema si los maestros no son excelentes. Si hay un colegio de médicos, o de abogados, ¿por qué no hay ninguno de maestros, que a menudo parece que sólo estén representados por los sindicatos? Se necesitan mejores maestros, más autonomía en la planificación y menos leyes, currículos y burocracias.

Menos alumnos por aula está muy bien, pero si los niños entra cargados con pobreza y desatención de unos padres que no están en casa porque trabajan todo el día, tampoco habremos solucionado el problema.

La bajada de exigencia no es exclusiva de las aulas. Se enseña igual cómo se educa, y la tribu (principalmente, los padres) está superada o medio dimitido. Acolcha y grita más que exige y razona. Pérdida del concepto respeto.

Las pantallas se han convertido en los grandes (des)educadores. Si algo se interpone entre padres e hijos, son algunos contenidos en las pantallas. Nos hemos hecho un lío con la tecnología, cuyo hecho más prematuro es dar el móvil a la criatura para que se calle un rato. Incapacidad para la concentración, vocabulario más pobre, malos hábitos y peligro de adicciones.

Los países asiáticos líderes del PISA enseñan para que los alumnos puedan competir con éxito en el mercado laboral mundial. Aquí, con demasiada frecuencia, los alumnos más brillantes deben disimular su excelencia por no ser los extraños de la clase. Habría que encontrar el equilibrio entre los dos mundos y mantener y estimular la curiosidad de los niños.

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