Menos cuarentenas para rebajar la presión en la escuela

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Un grupo de alumnos en una escuela de Barcelona.

Hay agotamiento pandémico y ganas de creer que se divisa el final de la pesadilla, pero la realidad es que quien más quien menos conoce a alguien que está contagiado de covid y la lista de bajas no para de crecer e, incluso, pone en peligro el buen funcionamiento de empresas y también de servicios esenciales. El pico de esta sexta oleada marcada por la variante ómicron podría llegar la próxima semana, pero es una suposición de los expertos, que están expectantes también para ver hasta qué punto es realmente más leve o si finalmente acabará llevando, como las otras variantes, mucha gente a urgencias o la dejará marcada con el temido covid persistente. No hace ni un mes que oímos a hablar y ahora ya es mayoritaria no solo entre nosotros sino en otros muchos países del mundo. Es poco tiempo para saber cómo evolucionará en varios contextos esta variante que algunos han querido ver como un mal menor que podría significar el final de la pandemia y el inicio de lo que llaman gripalización, es decir, que irá apareciendo y provocando brotes como hace la gripe pero sin la gravedad que hemos tenido hasta ahora. La mayoría de expertos afirman que esto acabará pasando, pero sitúan este momento no ahora mismo, ni siquiera este 2022, sino más bien ya hacia el 2023.

Sea como fuere, sin embargo, lo que está claro es que hay que continuar conviviendo, y malviviendo, con el virus sin que esto afecte a todos los aspectos de nuestra vida, sobre todo porque una buena parte de la población ya está vacunada y también está avanzando la campaña entre los jóvenes y niños. La decisión que han tomado Sanidad y las comunidades de suavizar las cuarentenas escolares se tiene que leer en este contexto, igual que lo fue la reducción de los días de confinamiento de los positivos y el cambio de protocolo para que los contactos estrechos de vacunados tengan que confinarse. Se trata de dejar que el mundo continúe funcionando combinando la protección de los enfermos con la vida cotidiana. A partir de ahora en infantil y primaria una clase solo se tendrá que confinar cuando haya cinco niños positivos o más. Si la cifra es inferior, se considerará un brote aislado que no impide el normal funcionamiento de las clases.

Pese a las reticencias que ha provocado la decisión –algunos sindicatos la consideran apresurada y la Generalitat ha avisado que continuará haciendo pruebas a los contactos estrechos a pesar de la recomendación estatal de no hacerlo–, es una opción que tiene en cuenta no solo el derecho a la educación de los niños –que claramente en la inmensa mayoría pasan la enfermedad asintomáticos– sino que también cuida de su salud mental, que ha sufrido mucho durante estos últimos dos años de una manera que poco a poco empieza a hacerse más visible. Los niños tienen que ir a la escuela y es función de las administraciones, que ahora ya han tenido mucho tiempo para prepararse, poner los medios extra porque lo puedan hacer con la máxima normalidad posible. Tanto teniendo a punto la lista de sustitutos si hay muchas bajas entre los maestros como facilitando las herramientas necesarias para que el entorno escolar sea realmente seguro y equitativo.

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