Cuatro paredes de cartón

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En las calles del centro de Barcelona cada día duermen, e incluso viven, más personas. En las entradas de porterías y comercios, al pie de rampas de aparcamiento, bajo balcones anchos, entre andamios de fachadas en obras, cerca de una fuente pública, la ciudad es un conjunto de desesperadas y elementales soluciones habitacionales a base de cartones que hacen de cuatro paredes y de ilusorio aislamiento del peligro, del ruido, del frío, quién sabe si de la vergüenza. Los cartones infunden el dramatismo humano al paisaje estático, ya lo suficientemente desolador, de las tiendas con la persiana bajada y el letrero de “Se alquila” o de los negocios hibernando a la espera de que las restricciones aflojen. Las consecuencias económicas de la pandemia son mucho más que una estadística y están a la vista de todo el mundo. De esto también tiene que ir la campaña electoral. 

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