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Ilustración 'Depende de ti'

Miles de catalanes decidirán si van a votar y a quién votarán durante esta última semana de campaña. Si nos fijamos en el comportamiento de las últimas elecciones, quizás lo decidan en la puerta del colegio electoral. De los errores y en parte de los aciertos que reverberarán en los medios y en las redes dependerá el estado de ánimo con el que los votantes decidirán si vale la pena salir de casa. De momento, a juzgar por los indecisos y la baja participación que anticipan las encuestas, tendrá que animarse mucho el panorama, especialmente en el campo soberanista, que está más desmovilizado que el constitucionalista.

Atentos a los errores

La campaña empieza a calentarse y será ahora cuando se cometan los primeros errores. Cuando el elector se tiene que poner en el peor de los escenarios para decidir en quién confia o más bien a quién vota a pesar de todas las decepciones y pactando con la realidad. Fruto de un momento de arrebato o de un cálculo más, la crisis que abrió Pedro Sánchez con su amago se ha convertido en las encuestas en una mejora del apoyo a Salvador Illa, a quien la encuesta de YouGov para el ARA da tres diputados más que hace una semana. La emocionalidad sanchista, aunque haga sonrojar por los efectos populistas, da réditos al candidato del PSC.

Pero nada estará atado hasta el domingo por la noche, porque la campaña reservará sorpresas, y tampoco parece que sea fácil formar gobierno al día siguiente. Por el momento, el PSC ha tenido el primer susto en las últimas horas. Illa y la jefa de campaña, Lluïsa Moret, habían construido un itinerario en positivo para intentar olvidar el 155 y centrarse en la gestión futura. Hasta que Matías Carnero, sindicalista institucional, ha recordado que el espíritu de pacificación no es universal y que algunos quieren revancha. Tampoco ha acertado Illa hablando de "Lérida" y el "Bajo Llobregat" para seducir a lo que queda de Ciudadanos. El PSC necesita centrarse y ganar votos en todas partes sin dar miedo al catalanismo ni al españolismo, pero querer tocar todas las teclas tiene el riesgo de que se lea como una impostura. Hoy, algunos de los suyos fían un gobierno en minoría al apoyo –quizás externo– de ERC si queda en tercera posición, pero el electorado republicano está dividido y habrá debate interno de los republicanos si no quedan segundos.

Illa sabe que tiene al alcance ganar las elecciones, pero gobernar será más complicado y hará falta mucha responsabilidad de todos para evitar una repetición electoral que no prestaría ningún servicio a la ciudadanía.

Si Sánchez centró la atención durante la primera semana, esta será la de los soberanistas. Pere Aragonès necesita salir de la atonía en la que lo atrapa el pragmatismo de la gestión y Carles Puigdemont necesita trasladar la idea de que su candidatura va más allá de su restitución. En esta línea van los apoyos expresados por los ex presidents Artur Mas y Jordi Pujol, que se han prestado a poner la marca convergent a un Junts que intenta recuperar la fibra gubernamental más allá de la resistencia. Si bien el fichaje de Anna Navarro no ha aportado la imagen de solvencia ejecutiva esperada, la presencia de Josep Rull refuerza la idea del retorno convergent en el fondo y la forma.

La mayoría soberanista está aritméticamente en cuestión, podría depender de la extrema derecha, y los electores tienen demasiado reciente que la última legislatura, incluso con la suma, ha sido impracticable.

Nada es inevitable

La encuesta del ARA detecta un apoyo social importante a la extrema derecha. En Catalunya no pasa nada que no ocurra en el resto del mundo, pero tenemos en las manos impedir que la ola llegue. Nada es inevitable y todo depende de tu voto.

En cualquier mesa donde se establece una conversación diversa estos días se detecta el enfado de las clases medias por la pérdida de poder adquisitivo, el miedo a la diferencia especialmente si es magrebí, el éxito de la identificación entre inmigración y inseguridad en vez de inmigración y pobreza, el descrédito de la política de la gestión honrada. Frustrados los grandes sueños, es fácil buscar un chivo expiatorio, y hay dos partidos dispuestos a sembrar el odio y recoger el voto de protesta que puede ensuciarlo todo más. Si el independentismo tiene algún sentido, no es por identitario y excluyente sino por inclusivo y aspiracional. La extrema derecha lo es por sus ideas fundamentalistas, y no, no todas las ideas son respetables. Lo son las personas, pero no las ideas. Hay ideologías tóxicas, y la extrema derecha es una de ellas. Pensar que el voto de castigo no revierte en la autoflagelación es una ingenuidad que se paga muy cara colectivamente.

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