El presidente de Argentina, Javier Milei, es un producto genuino de esa derecha iliberal que actualmente constituye el verdadero fantasma que recorre Europa. Un político de formas estrambóticas y agresivas, abonado al espectáculo ya la controversia banal (pero capaz de encender opiniones contrapuestas), y que en la práctica receta, al por mayor, recetas de capitalismo salvaje tan provocadoras como ineficaces (por mucho que haya obtenido el sí del Banco Mundial). Con este perfil, no puede sorprender su presencia en el gran foro internacional de la extrema derecha con la que Vox ha querido iniciar su campaña europea tirando la casa por la ventana. Un alarmante desfile de las grandes bubotas de la ultraderecha europea y transatlántica, que por el espíritu ha recordado ese proyecto que impulsaba Steve Bannon, The Movement (una alianza internacional de partidos de extrema derecha), y por la puesta en escena hacía pensar en la grandilocuencia de los fascismos del siglo XX.
Que el presidente de un país visite otro sin agenda oficial y aproveche el momento para insultar in situ el presidente de su país, o su pareja, es un incidente extremadamente grave y sin duda debe ser contestado. No sé de diplomacia para decir cómo debe producirse esta respuesta, pero, en principio, llamar a la embajadora a consultas y exigir disculpas a Milei parece razonable. No lo es, en cambio, que el ministro de Transportes, Óscar Puente, insultara previamente a Milei, porque el papel institucional de un ministro es incompatible con el de un macarra de bar, por tentadores que puedan ser los tuits de “lucimiento” . De hecho, Óscar Puente y sus salidas de tono comienzan a ser un problema dentro y para el gobierno de Pedro Sánchez. El presidente español, que ha querido convertirse recientemente en el adalid de la lucha contra el insulto, la mentira y los malos modos en política, debe valorar si le sale a cuenta tener un personaje así en su ejecutivo. Todos los partidos y gobiernos suelen tener algún personaje que se dedica a abaratar el debate público repartiendo leña a diestro y siniestro, pero habíamos entendido que se trataba justamente de eso.
El papel del PP en esta historia, negándose a apoyar al gobierno de su tan querida España ante el insulto de un mandatario extranjero de naturaleza populista y antidemocrática, es triste y grosero. Acusan a Sánchez y al PSOE de responder a la provocación de Milei desde el cálculo de intereses de la campaña de las europeas. Seguro que sí, pero es que la respuesta del PP responde exactamente a los mismos intereses. De la misma forma que hacen en varias comunidades autónomas (País Valenciano y Baleares entre ellas, como tristemente sabemos), y del mismo modo que pretendían hacer en el gobierno de España, el PP sabe que sus expectativas en el Parlamento Europeo pasan por el entendimiento con la extrema derecha española e internacional, y que pasarán previsiblemente aún más después de las elecciones del 9 de junio. Esto también es un cálculo electoral, pero nos aboca, como habría dicho Jünger, al regreso de los titanes. Al regreso de los fascismos.