2 min
El presidente de la Generalitat, Salvador Illa, con la consejera de Territorio, Silvia Paneque

Sería chocante que, tras las sobreactuaciones de los patriotas, tuviéramos que ver las sobreactuaciones de los tecnócratas. Tomar posesión del cargo de presidente de la Generalitat y partir a continuación de vacaciones de verano, en compañía del presidente del gobierno de España, mientras en el primer buen día aparecen dos nombramientos de familiares directos de altos cargos del nuevo Govern en lugares destacados de la administración (el marido de la consejera de Territorio Silvia Paneque, Alfons Jiménez, como jefe de gabinete de la misma consejería, y la hermana del alcalde de Barcelona Jaume Collboni, Yolanda Collboni, como asesora del departamento de Presidencia) es una fea manera de empezar el trabajo. Ya hemos entendido todos que éste será un gobierno de decisiones frías, ejecutadas con el utillaje viejo y nuevo de los gestores y no con las inspiraciones flamígeras de los salvadores del país. Pero por eso mismo, no hay que incurrir en gestos que recuerdan malos estilos y peores momentos de administraciones anteriores, catalanas o de ondulación. Que la sintonía entre el presidente de Cataluña y el de España sea buena, o incluso excelente, puede ser algo positivo, pero no hay que enfatizarlo escenificando encuentros vacacionales entre ambos en las tierras de ultramar (Tenerife , en este caso), más que más cuando Sánchez no ha querido reunirse allí ni con el presidente del Gobierno de Canarias, Fernando Clavijo, de Coalición Canaria. Si la relación entre Isla y Sánchez es tan y tan buena, precisamente, sería mejor no hacer aspavientos y dejar que corra un poco el aire entre los dos presidentes, como recomienda a las parejas de enamorados un conocido poema de Khalil Gibran . En cuanto a los nombramientos de familiares, amigos, conocidos y socios, como principio general deben evitarse siempre. Por buenos profesionales que puedan ser en lo que hagan, el dolor de ojos que causa este tipo de nombramiento daña a la fuerza la credibilidad del gobierno que les consiente.

Al mismo tiempo, es chocante ver a la derecha catalana y la española rasgándose las vestiduras, escandalizados, ante el "nepotismo" del nuevo Govern. Juntos, precisamente, nació a consecuencia de la implosión de Convergència, que se rompió en dos pedazos grandes (Juntos y el PDECat), y otros más pequeños, bajo el peso de sus expedientes por casos de corrupción (su socio de coalición, Unió, directamente tuvo que extinguirse, como bien sabe el flamante conseller de Justícia, Ramon Espadaler). Por su parte, el PP es un verdadero campeón europeo en casos de corrupción, y sólo su connivencia, ahora ya conocida públicamente, con los altos estamentos judiciales, explica que este partido ocupe todavía el espacio de la derecha liberal y no haya tenido que plegar como lo hizo Convergència, para dar paso a nuevas propuestas con nuevas siglas. Por supuesto que la oposición debe hacer su trabajo, pero, a la hora de mostrarse consternados y escandalizados por la conducta de alguien, ayuda bastante a que la tuya no haya sido aún más chapucera, y más que eso no haya condicionado la vida pública durante todo lo que llevamos de democracia.

stats