¿Para cuándo la educación afectivosexual?

Un aula vacía.
02/11/2025
Socióloga
3 min

Este mes se volverá a hablar de la violencia contra las mujeres y contra las criaturas, lo que se llama "violencia vicaria". Estamos viendo cómo la violencia machista aumenta y hablamos mucho, pero no se pone remedio; ahora son, en muchos casos, los chicos menores de edad los que se sienten con derecho a ejercerla ya avantarse de ellos en las redes, lo que nos muestra cómo se está poniendo de moda el machismo más agresivo.

La explicación habitual del aumento de la violencia sexual es el acceso muy temprano de las nuevas generaciones a la pornografía. Y es cierto: la pornografía está basada, en su mayoría, en un machismo violento, y presenta el placer sexual no como un juego compartido sino como una dominación cada vez más salvaje de la mujer, en la que ella se muestra sumisa y obediente, y aparentemente encuentra la fuente de su satisfacción. Y la del hombre, por supuesto, que a través del sexo afirma su dominio y la prioridad de su deseo. Pero más allá de la pornografía –sobre la cual es evidente que debería intervenirse–, hay que encontrar otras razones.

La sexualidad es un terreno extraño, importantísimo para nuestra vida, ya la vez es todavía un tabú, aunque aparentemente todo haya cambiado tanto. Durante la dictadura, la sexualidad era prohibida y reprimida, con un olor pecaminoso que la Iglesia se encargaba de recordar constantemente. De repente, con el destape y en los años de la Transición, el sexo se convirtió en un símbolo de libertad: su exhibición, en los medios, en las películas, dejaba de ser un pecado y se convertía en el signo de una nueva sociedad desinhibida. Sin embargo, todo ello no fue acompañado de la educación correspondiente, ni a las familias, ni a las escuelas, ni siquiera a los medios de comunicación, que fueron los que más hablaron, aunque siempre a horas de audiencia supuestamente adulta.

La gente joven se ha encontrado con un terreno atractivo, misterioso, que hay que explorar, pero sin tener ningún tipo de guía. No puede sorprendernos que busquen información donde pueden. El resultado es nefasto. Y todo porque a lo largo de estos cincuenta años, la Iglesia ha seguido oponiéndose a la educación afectivosexual. Hablo de la Iglesia por su predominio entre nosotros. Las religiones –las instituciones más misóginas que perduran– siguen considerando el sexo como un terreno pecaminoso y las mujeres como inductoras a pecar; es necesario sujetarlas. Y con este pretexto, están profundamente en contra de nuestra libertad, no sea que perdieran al último público sobre el que todavía tienen influencia.

La educación afectivosexual debe estar en las escuelas. También en las familias, evidentemente, pero no tenemos ninguna certeza de que las familias lo hagan bien. Hace un par de años hice una pequeña exploración del tema entre chicas jóvenes –muchas de ellas universitarias y familias de clase media–. El resultado mostró que las madres siguen sin hablar a sus hijas de sexualidad, que sigue siendo un tabú rodeado de una especie de vergüenza que no han logrado desvanecer ni la pornografía ni las constantes escenas de cama en películas y series.

Todos los intentos de introducir sistemáticamente la educación afectivosexual en las escuelas han sido inútiles. Ya sé que hay escuelas que se ocupan y que lo hacen muy bien, pero son minoría y, a la vez, dependen sobre todo de la voluntad de un profesorado consciente y dispuesto a asumirla. ¿Cuántas veces me han dicho maestros y profesores que éste no es su trabajo, que lo haga la familia, que nadie les ha preparado para estas cuestiones?

Hace cinco años, cuando se aprobó Lomloe, parecía que por fin se pondría remedio. Esta ley no esquiva el tema, sino que dice, literalmente, que entre sus objetivos está "la educación afectivo-sexual, adaptada al nivel madurativo, y la prevención de la violencia de género...". Bravo! Pues bien, han pasado cinco años. ¿Qué se ha hecho? ¿Cuál es la formación que recibe el profesorado para encarar esta materia? ¿Qué ha hecho el ministerio de Educación para convertirla en realidad? Ya sé que cualquier paso en esta dirección choca frontalmente con los bárbaros de siempre, que ahora no es sólo la Iglesia, sino también una extrema derecha que utiliza el antifeminismo y la exaltación machista para conseguir entusiastas entre los jóvenes.

Hace pocos años, las denuncias derrumbaron el proyecto Skolae, en Navarra, debido a la publicidad engañosa que decía que lo que se pretendía era enseñar a las criaturas a masturbarse. Pero el ministerio de Educación debe estar por encima de estas amenazas, y la sociedad debe exigir de una vez, para evitar los males mayores que vemos cada vez con más frecuencia, una educación afectivosexual seria, bien hecha y que llegue a toda la gente joven. Menos lamentaciones y más acción, ¡por favor!

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