Con 35.943 personas vacunadas con las dos dosis administradas, me sorprende que todo el mundo hable del efecto Illa, porque no parece que los datos lo acompañen en un momento crítico en el que urge la vacunación. Pero yo querría hablar del efecto Iceta. Tener un ministro catalán en la cartera de Política Territorial tiene que ser una cuestión central en la campaña del 14-F. ¿Cómo serán las áreas metropolitanas de Madrid y Barcelona dentro de diez años? ¿Cómo se utilizarán los fondos de recuperación para posicionar la red de municipios catalanes dentro del sistema de ciudades y regiones europeas? ¿Barcelona tiene que ser una pequeña réplica del modelo de la capital o habrá un proyecto propio? ¿Madrid impulsará el traslado de sectores productivos hacia Catalunya? ¿Descentralizará la función pública? ¿Madrid seguirá marcando la agenda global y turística de Barcelona o ayudará a crear un modelo productivo basado en la ciencia y el conocimiento? ¿El Estado seguirá impulsando un modelo de infraestructuras radial con el epicentro en la meseta? ¿Con qué planes concretos llega el nuevo ministro catalán a Madrid?
La recuperación de Catalunya dependerá en gran medida de las políticas y la financiación de los municipios, que son los que han tenido que hacer frente (con las finanzas muy depauperadas) a los cuidados, a los servicios de emergencia y a gestionar el ahora y el aquí. Nuestra competitividad dependerá de la capacidad del sistema de ciudades de más de 20.000 habitantes de recuperar y crear nuevos puestos de trabajo y casas a precios asequibles, pero esto significa planificar muy bien qué industrias van a cada lugar y cómo se refuerzan, en lugar de hacerlas competir o ponerles trabas, escuchando a los que están al frente de las empresas, buscando a clientes en todo el mundo y vendiendo servicios para crear más puestos de trabajo estables. Se trata de acompañar y capacitar a los municipios para que puedan atender las necesidades básicas de los ciudadanos durante estos meses tan críticos, y esto no tiene mucha ciencia: significa financiación y liquidez, y confianza en el criterio de los poderes locales.
Pero, admitámoslo, en España no ha habido nunca un verdadero proyecto territorial descentralizado. El relato es el de una capital muy fuerte y una serie de réplicas o sucedáneos que no pueden comprometer la buena marcha de Madrid. Históricamente, desde la capital se ha decidido cómo llegaban la industria y las infraestructuras al territorio y se ha impuesto así un modelo de autoridad jerárquica.
La herencia del desarrollismo, en este sentido, es nefasta y todavía se arrastra en ciudades importantes como, por ejemplo, Martorell. Un modelo paternalista que construía autopistas voladoras y bloques de pisos mientras paraba el proyecto educativo republicano que, a través del GATCPAC, había iniciado prometedores ejemplos de nuevos grupos escolares, con arquitectos de la calidad de Josep Lluís Sert. ¿Por qué Sant Cugat y Martorell, que tenían poblaciones similares en 1950, han evolucionado de manera tan diferente? La sombra del franquismo, en Martorell, es muy larga, y nadie se ha molestado nunca en repararla. “La Villa es un vivo ejemplo de equilibrio y de programación racional del suelo”. Con estas palabras narraba la televisión española el desembarco de Franco en el barrio de la Paz (después, Buenos Aires) en Martorell, después de las trágicas inundaciones del año 1962. Un desfile de coches, uniformados y muchos ciudadanos luciendo banderines, saludan al caudillo ante las torres pintadas con las letras F, R, A, N, C y O en el vértice. Es una escena que a mí me recuerda al entusiasmo familiar de la película de Ettore Scola Una giornata particolare. Pero la visita de Franco a Montserrat en 1966 no es ficción, y está perfectamente documentada por la Diputación de Barcelona.
El impacto de Franco, a través de la Obra Sindical del Hogar y de todas las inversiones en infraestructuras megalómanas, todavía es palpable en la Trinitat, en Sant Cosme, en las Cinc Roses de Sant Boi o en Badia del Vallès. “Equilibrio y programación racional del suelo”, decía la propaganda del régimen sobre las torres de Martorell que todavía perduran y que tienen escasa continuidad con la Vila Vella del municipio. Dice Sánchez que el ministro Iceta conjuga bien los verbos colaborar, conciliar y cocrear, una actitud que tendría que ser un imprescindible de cualquier responsable político en el siglo XXI. Pues quedamos atentos a sus propuestas, a las inversiones pendientes en los ejes fluviales del Llobregat y del Besòs, que no tienen nada que ver con las autopistas radiales de Madrid ni con los barrios de casas adosadas de sus periferias. A los nuevos sistemas tarifarios de transporte, que penalizan a las familias que viven en las ciudades del arco metropolitano. Y a la mejora de los ingresos de los municipios que, como Martorell, crean buenas oportunidades de trabajo, tienen un entorno paisajístico increíble y están muy posicionados para reindustrializar Catalunya.
Maria Sisternas Tusell es arquitecta y consultora