Ayuso buscaba lo mismo de siempre: ser la protagonista de la reunión de Barcelona con su ademán buscabregas con la ministra de Sanidad ("¿Cómo es que saludas a una asesina?") y envolviendo la madeja dando la vuelta cuando se hablaba catalán y euskera para así poder volver a Madrid como una heroína enviada al suelo hostil. No se puede ser peor educada, pero no olvidemos que la vulgaridad permanente le da mayorías absolutas. Y el PP necesitaba calentar los ánimos cara a la manifestación de mañana en Madrid al grito de "Mafia o democracia".
Por su parte, Salvador Illa apareció oficiando de reverso de Ayuso. Ante la agresividad, sensatez y unidad. Es el espíritu de esa frase que Michelle Obama utilizó contra Donald Trump: "Cuando ellos caen abajo, nosotros tenemos que ir arriba". Isla, pues, sonriendo, extendió una invitación a "conocer, disfrutar, vivir, compartir aprender y usar el catalán", rematado con un "entender esto es entender España". Isla sigue ocupando todo el espacio político que puede, representando a la Generalitat sin pisar la frontera constitucional, aprovechando que el PSOE (y él) necesitan los votos de los independentistas catalanes para seguir gobernando.
Ahora, si Illa quiere ser consecuente, debe hablar siempre en catalán cuando hace un acto en Catalunya, porque entender esto es entender Catalunya. Y si todavía quisiera ser más consecuente, debería trabajar para que el catalán sea tan de obligado conocimiento en Catalunya como lo es el castellano. El resto está bien, pero es un mínimo voluntarista que puede acabar quedándose en una frágil flor que no hará verano el día que vuelva a venir el invierno vengativo del ultranacionalismo monolingüe que representan a Ayuso y su partido.