¿Europa tiene que ser como Estados Unidos?

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La sede del Banco Central Europeo en Fráncfort.

En un contexto en el que la democracia liberal está amenazada y los ejemplos de disfuncionalidad de distintos regímenes políticos abundan, cabe preguntarse cómo se comparan las instituciones de la Unión Europea (UE) y de EEUU. El trasfondo es la competencia tecnológica y geopolítica entre EEUU y China, y el predominio de la polarización política y social en todas partes.

El informe Letta y el esperado informe Draghi sobre el futuro de la UE, así como una amplia corriente de opinión en Europa, apuntan a la necesidad de una mayor integración política para hacer frente a los retos que se presentan. Si debe resumirse en una idea, sería que Europa actuara como un estado y no como una confederación de estados con voces discordantes. Esta mayor integración implicaría tener una política europea en los ámbitos fiscal, de defensa, exterior, de energía, de investigación y desarrollo, e industrial, tal y como tiene EEUU. Ahora existen distintos grados de coordinación solo en cada caso y ni siquiera puede decirse que el mercado único sea una realidad completa, por ejemplo en el ámbito digital y de los servicios. El informe Letta menciona a los sectores de la energía, bancario y financiero y de telecomunicaciones como ejemplos de fragmentación en Europa que impiden que se alcancen las economías de escala y de alcance necesarias para mejorar el servicio y ser competitivos en el mundo. En el sector bancario, tras la crisis financiera global que desembocó en la crisis de deuda y euro, se avanzó hacia la unión bancaria (UB); el Banco Central Europeo (BCE) tomó la responsabilidad de la supervisión de las entidades significativas, creando un sistema de resolución de bancos en quiebra. Ahora bien, la UB no se completó porque todavía faltaba un sistema de seguro de depósito europeo, así como un fondo suficiente para tapar los agujeros de una quiebra bancaria importante. Por ahora, estos fondos todavía deben ser mayormente de cada estado miembro. Si la quiebra de Credit Suisse se hubiera producido en la eurozona, habríamos tenido un problema grave (con la salvedad de que habría sido en Alemania, donde la caja es fuerte). La UB no acaba de completarse porque esto significa aumentar de manera notable el grado de integración fiscal.

Sin embargo, el sistema confederal de la UE tiene alguna ventaja: importantes instituciones europeas como el BCE, la política de competencia o el Tribunal de Justicia de la Unión Europea son más independientes y menos manipulables desde intereses partidistas que en EEUU. Esto es así porque dependen de la voluntad de un conjunto de países que deben ponerse de acuerdo. Trump puede destituir al presidente de la Reserva Federal Jerome Powell antes de que el plazo acabe en el 2026, mientras que Macron o Scholz no pueden hacer lo mismo con Christine Lagarde del BCE. Trump ha afirmado recientemente que despedirá al presidente del regulador de mercados SEC Gary Gensler por ser demasiado estricto con las criptomonedas.

La política de defensa de la competencia sigue mucho el tono de las administraciones en EEUU. Después de un enfoque más de laissez faire con las administraciones Clinton y Bush, con Biden se ha pasado a un enfoque –que entronca con el origen populista del antitrust en EEUU a finales del siglo XIX– en el que se ataca a las grandes concentraciones de capital por el poder político que pueden ejercer. Lina Kahn, en la Federal Trade Comission, y Jonathan Kanter, en el departamento de Justicia, son activistas (Kahn, alabada por el candidato a vicepresidente JD Vance) que tienen las grandes empresas, sobre todo las digitales, en el punto de mira. EEUU ha pasado de un período de poca aplicación de la ley antitrust, sobre todo en lo que se refiere a las fusiones entre empresas, a un activismo que encuentra resistencia en los mismos tribunales americanos. En la UE la evolución ha sido mucho más consistente y gradual, lo que ha permitido mantener un mayor grado de competencia en mercados como el de transporte aéreo o telecomunicaciones, además de ser pioneros en la corrección de los abusos de las grandes plataformas digitales (con las grandes multas a Google, por ejemplo). La política de competencia de la UE no ha cambiado sustancialmente con los cambios políticos en distintos países europeos.

En la administración de justicia vemos cómo el Tribunal Supremo de EEUU ha sido capturado por la derecha del Partido Republicano, y si Trump gana las elecciones en noviembre de este año, esta captura se consolidará por mucho tiempo. Las consecuencias para la paz civil en EEUU pueden ser graves, porque una gran parte de la población, si no una mayoría, no lo considerará legítimo. Los 27 jueces del Tribunal de Justicia de la Unión Europea son elegidos por acuerdo de los estados miembros por un período renovable de seis años, y se hace muy difícil que la Corte sea objeto de captura partidista.

En conclusión, la UE no es un estado, y debería profundizar en la integración política y políticas comunes para hacer frente a los retos a los que se enfrenta, pero no debería alterar sustancialmente las instituciones que han funcionado y preservado su independencia en un mundo turbulento. Debemos aprovechar la naturaleza híbrida de la UE.

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