¿Fachas moderados?

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Meloni y Marine Le Pen en una imagen de archivo

No me extraña que los electores se hagan un lío. Hace tiempo que desovillar ideologías se ha convertido en misión imposible. La polarización y el populismo van acompañados de una espectacular ceremonia de la confusión, con la economía y la batalla cultural enredadas. La extrema derecha y la derecha extrema visten piel de cordero y son las reinas de la fiesta, mientras las izquierdas radicales –o no tanto– se van dividiendo y subdividiendo con una alegría suicida, y la antigua socialdemocracia no sabe qué baile bailar y se agarra como puede al estilo liberal, en busca de un centro imposible.

Como las clases medias se sienten vulnerables y nostálgicas, tienden a ir donde alguien les promete el paraíso perdido. ¿Y qué ocurre con los auténticamente vulnerables, es decir, los pobres de solemnidad, un ejército cada vez más numeroso? Pues aún son más carne de cañón de la rabia política. De ahí que allí donde hace unas décadas reinaban los partidos comunistas (sobre todo el francés y el italiano), campeones de la épica de la lucha de clases, ahora reinen los neofascismos más o menos disimulados. El viaje de un extremo a otro se ha consumado, y todavía nos cuesta explicar cómo ha podido ocurrir.

En la última fase de este periplo, para hacer posible el final de trayecto, en los países civilizados de la vieja Europa –no cuenta la España de Abascal– la extrema derecha ha ido endulzando los perfiles de los líderes, maquillando su agria y proverbial brutalidad. Sobre todo ahuyentando la vieja sombra del nazismo. Son los casos de Meloni y Le Pen en Italia y Francia, que acaban de partir peras con los ultras nazis alemanes de la AfD. Ambas liderezas han entendido que para conquistar a las clases medias no pueden violentar la tranquilidad del personal bienpensante, por lo que sus racismo, clasismo y negacionismo/relativismo climático los disimulan tras un simple y clásico patriotismo conservador que todo lo explica. Sencillamente, "primero los de casa" (frente a los inmigrantes, sin matices ni miramientos ni humanismos), "la familia no se toca" (la autóctona y tradicional, claro) y la "civilización cristiana" tampoco (la identidad como idealizada foto fija). ¿Alguien recuerda el viejo carlismo decimonónico de "Dios, patria y rey"? Pues lo mismo pero cambiando la familia real por la familia plebeya, cada uno la suya. Orriols es lo mismo.

Lo que tanto Meloni y Le Pen como sus colegas menos amables tienen claro es que necesitan un enemigo bien identificable, de ahí que blandan el comunismo, y sobre todo que hayan convertido al Islam en el enemigo demoníaco a batir (han cambiado judíos por islamistas, por eso su apoyo al Israel de Netanyahu). Lo importante es tener un culpable fácilmente identificable. Qué bien les van las señoras con velo, ¿no?

La idea que pretenden transmitir es la de un facha moderado, el oxímoron de moda avalado y blanqueado por el viejo conservadurismo, lo que representan, por ejemplo, Von der Leyen y Feijóo, que ya se están preparando para pactarlo conscientes de que la extrema derecha está ganando la batalla del discurso: regreso al nacionalismo excluyente, freno al proceso de fortalecimiento de la UE y a la agenda verde, la inmigración como culpable de todos los males. En definitiva, es necesario volver al orden natural de las cosas. ¿Qué cosas? Pues los roles de género de toda la vida, una educación tradicional, el rechazo al multiculturalismo... ¡Orden! ¿Y con Putin qué hacemos? Que quede claro que es la línea roja que ha puesto a la derecha europeísta para abrir paso a la extrema derecha. Que Orbán se lo piense bien.

Y si todo esto ocurre en Europa, en las Américas tres cuartos de lo mismo, pero con versión desatada. Como no tienen el peso de la historia fascista, no necesitan moderación: Trump es el ultrarico capitalista patriótico y Milei, capitalista libertario, su versión pasada por el túrmix pseudointelectual. El resultado es el mismo: un individualismo exacerbado. Los ricos lo son por méritos propios, el estado (igualador) es un estorbo, los pobres son unos aprovechados. Y punto. ¿Compasión? ¿Empatía? ¿Equidad? "¡La concha de tu madre!"

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