Aurora Picornell, en una imagen de archivo
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A menudo los personajes más insignificantes acaban expresando, pese o justamente a causa de su irrelevancia, alguna idea clara. Es el caso de Gabriel Le Senne, un individuo básicamente ridículo que, por carambolas de la mala política (la que hace el PP en alianza con los fascistas de Vox), se encuentra indignamente sentado en la silla de presidente del Parlament de Baleares. Este martes, a Le Senne le ocurrió algo muy propio de los de su cuerda: se ofuscó, tuvo una rabieta y acabó ofreciendo un espectáculo miserable, mientras se encontraba en el ejercicio de su cargo. Pero el episodio es esclarecedor para saber a qué nos referimos cuando hablamos de discursos del odio.

En pocos segundos, Le Senne expulsó de forma improcedente (no tenía ningún motivo que lo justificara, según el reglamento) la vicepresidenta segunda y la secretaria de la Mesa, las socialistas Mercedes Garrido y Pilar Costa; a Garrido le dio un manotazo y le quitó el ordenador portátil con un estirón brusco, y finalmente desgajó una hoja que Garrido tenía colgado en su portátil con las fotos de la líder comunista, feminista y sindicalista Aurora Picornell y de las llamadas Rojas del Molinar: Catalina Flaquer y sus dos hijas, Antònia y Maria Pasqual, y Belarmina González. Todas ellas fueron asesinadas por los fascistas en Mallorca, en el Molinar, la noche de Reyes de 1937. Se ensañaron con ellas porque las odiaban, muy especialmente en Picornell: por republicanas, por comunistas, por feministas. Y, naturalmente, por ser mujeres.

Dejando a un lado las características personales de Le Senne (es, como ha apuntado bien el periodista Mateu Ferrer, de Diario de Mallorca, un personaje acomplejado, sometido a la disciplina de miembro numerario del Opus), es del todo significativo que su atacado de ira se produjera durante el pleno en el que se votaba la derogación de la ley de memoria democrática de Baleares. Es significativo porque el tema excita la sed de violencia que va implícita en su ideología, su forma de entender el mundo, la vida y su idolatrada, sucia, salvaje, carcomida idea de España. Iban a ganar, porque tienen los votos de Vox y PP, que forman mayoría, pero con eso no les basta. Nunca les basta. Necesitan pisar a las víctimas, humillarlas, ensañarse como lo hicieron con Aurora Picornell y las Rojas del Molinar. Desgajar su foto es un mensaje inequívoco: las volveríamos a matar ahora mismo.

El hecho causa vergüenza y tristeza, y es de gravedad insólita. En lógica democrática, Le Senne no puede ser presidente del Parlament ni un minuto más, y el PP no puede sostener más su acuerdo de gobernabilidad con ellos. Pero no tengamos ninguna duda de que continuarán: Le Senne, con su gesto patético, se ha reafirmado ante los suyos, que le aplauden. Y el PP se arrastrará hasta donde haga falta para no volver a perder un poder desde el que vuelve a tener pleno acceso al erario público, que para ellos es sinónimo directo de hacer cajón. Fascista es quien insulta a la memoria de las víctimas del fascismo. Y fascista es también quien gobierna con fascistas.

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