BarcelonaEl nuevo presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, se ha reunido este jueves por primera vez con el presidente español, Pedro Sánchez, en la Moncloa. Había una cierta expectación por si el encuentro servía al político gallego para desmarcarse de la línea seguida los últimos años por Pablo Casado, pero no ha sido así. Feijóo se ha avenido a retomar el diálogo sobre la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), caducado desde hace más de 1.000 días, y del TC, pero ha cerrado la puerta a cualquier acuerdo en materia económica. El nuevo líder del PP continúa haciendo equilibrios y no se atreve a pasar página de la era Casado, basada en el choque frontal con el ejecutivo y en el bloqueo de las instituciones.
Feijóo ha pedido tiempo a Sánchez para estudiar la renovación de los órganos constitucionales, y todo apunta a que en las próximas semanas habrá un golpe de timón en esta cuestión. En realidad, el PP estará simplemente cumpliendo la Constitución, puesto que hasta ahora se ha resistido a cualquier cambio porque la correlación de fuerzas tanto en el CGPJ como en el TC lo beneficiaba. Y esta estrategia les ha funcionado, porque la derecha ha usado el TC y su influencia en el poder judicial para torpedear tanto la gestión del gobierno español como la del de la Generalitat. Si Feijóo quiere que su giro tenga un mínimo de credibilidad, no puede tardar en desbloquear los nombramientos.
Aun así, sería un error pensar que, por el hecho de que el talante de Feijóo es diferente del de Casado, tiene que haber una gran diferencia ideológica. De hecho, las últimas semanas el aún presidente de la Junta de Galicia está haciendo una gira por los medios conservadores de Madrid con el objetivo de desmentir a los que lo acusan de ser demasiado blando o contemporizador con Pedro Sánchez, y por ejemplo ha insistido en la idea de que en Catalunya se obliga a la gente a hablar catalán. En este esfuerzo para adaptarse al ecosistema madrileño, dominado por el ala dura del partido que representan tanto José María Aznar cómo Isabel Díaz Ayuso, Feijóo corre el peligro de acabar desdibujándose y repitiendo los errores de su predecesor.
Es cierto que desde Catalunya cualquier pacto PSOE-PP da miedo, puesto que la última vez que se dio fue para aprobar el 155, de infausto recuerdo. Pero también sería un respiro que los dos grandes partidos se pusieran de acuerdo en España, por ejemplo, para aplicar un cordón sanitario a la extrema derecha como los que funcionan en Alemania o en la vecina Francia. Y en esto Feijóo parece que irá mucho más lejos que Casado, que siempre podrá decir que con él en la dirección el PP nunca compartió un gobierno autonómico o de una gran ciudad con Vox.
En resumen, la nueva etapa política que se abre en España con la llegada de Feijóo a la presidencia del PP no parece que tenga que provocar grandes cambios a corto plazo, ni en política económica ni, sobre todo, en cuanto a la relación con Catalunya. Y Sánchez tendría que tener cuidado con no acabar perdiendo hasta la camisa por el lado de sus socios parlamentarios por querer atraer al PP.