Salvador Espriu escribió Otra Fedra, por favor a petición –insistente– de Núria Espert. La obra fue escrita en 1977 y estrenada en 1978: eran los años de los espejismos de todas las libertades posibles, cuando Franco había muerto (el franquismo no) y había que empezar un nuevo régimen democrático, de cabeza y de nuevo. Luego no fue tan novedoso, y seguro que mucho menos democrático de lo que muchos imaginaban. O, si quiere decirlo así, democrático pero de otra manera. En 1978 se aprobó la Constitución, y en 1979, el Estatut de Catalunya. En marzo de 1980 se celebraron las primeras elecciones al Parlament, que ganó CiU, liderada por Jordi Pujol. Durante el verano del mismo año, el gobierno español de Suárez ofreció al consejero de Economía de Pujol, Ramon Trias Fargas, un concierto económico para Cataluña al estilo del del País Vasco, pero el negociador catalán rechazó el oferta. Pujol lo ha negado no hace mucho, pero quien era entonces homólogo de Trias Fargas en el primer gobierno autonómico vasco, Pedro Luis Uriarte (conocido también como PLUS, porque de segundo apellido es Santamarina) ha insistido repetidamente en que él fue testigo de cómo la propuesta del concierto era rechazada por la parte catalana. Quienes creen la versión defendida por Uriarte dicen que el primer gobierno Pujol renunció al concierto (pensaban que ya irían negociando con el cuerno del pez) a cambio de las competencias en educación. Para salvar a la lengua y la escuela catalanas.
Sea como fuere, en septiembre del mismo año 80 Catalunya quedó incluida dentro de las comunidades reguladas por la Lofca, lo que se llama el régimen común autonómico. Y desde entonces, la infrafinanciación ha sido la pauta que ha sufrido Cataluña en su relación con el Estado (una pauta que comparten también Baleares y la Comunidad Valenciana, dicho sea de paso). Y de un tiempo a esta parte, la salida a la infrafinanciación parece ser la casilla de salida en materia de autogobierno a la que van y venden los partidos soberanistas cuando quieren hacer un back to basics, más por obligación (no tienen fuerzas para pedir más) que por otra cosa. Artur Mas propuso un pacto fiscal que recibió un portazo en los morros por parte de Rajoy (que propició el “desvío” de Mas hacia el proceso independentista, con todas las consecuencias que esto tuvo).
Ahora, ERC se despide de la presidencia de la Generalitat presentando la propuesta de una financiación singular para Catalunya, negociada de forma unilateral con el Estado. A Junts no le interesa porque no es una propuesta suya, Isla está dispuesto a hablar de ello porque la aritmética de la investidura que quiere llevar adelante le obliga, y Pedro Sánchez piensa entonarlo (esto significa rebajarlo) junto a las fotos que anuncia que se hará con Junqueras, Puigdemont y Rovira, cuando vuelvan estos dos últimos. Como revisitación que era, Otra Fedra, por favor terminó siendo una versión metateatral e irónica del mito de Fedra. Por el mismo motivo (es una reanudación de un tema antiguo), la financiación singular puede acabar siendo una metapropuesta. Irónica, seguramente.