Dani Alves saliendo de la cárcel de Brians 2.
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En la foto de Pere Virgili publicada por este diario se ve en primer término al futbolista violador Dani Alves saliendo de la cárcel de Brians 2 acompañado de su abogada. Al fondo se ve la protesta de los funcionarios de prisiones exigiendo dimisiones a la conselleria de Justícia por la muerte, hace dos semanas, de una cocinera de este mismo centro penitenciario a manos de un recluso que también trabajaba en las cocinas y que se suicidó tras cometer el crimen.

Es una imagen extraña, inquietante. Dani Alves y su representante legal salen decididos y con la cabeza alta, con la mirada alargada hacia la lejanía. La expresión facial del violador es entre desafiante y ofendida, como si estuviera convencido de que se le ha infligido algún tipo de injusticia y quisiera mostrar su enfado. Hace pensar que la cabeza le hierve, o que sencillamente se le calienta de tanto incubar algo. ¿Quiere que se repare su nombre? ¿O piensa en cómo huir? Los dos magistrados de la Audiencia de Barcelona que decidieron su excarcelación, después de haberle condenado por la violación con violencia de una joven en la discoteca Sutton de Barcelona (pero sentenciéndole a la pena mínima), van argumentar que consideran que el riesgo de fuga del preso había disminuido. Decidieron, en contra de la opinión expresada por el tercer magistrado en voto particular, dejarle salir a cambio de una fianza de un millón de euros, haciendo así saber a la ciudadanía que la justicia no sólo no es ciega , sino que está a la venta para quien se la puede pagar. A Dani Alves le ha llevado seis días reunir el millón de euros (se ve que algunos de los amigos que debían ayudarlo lo pensaban un poco, porque quizá no acaba de quedar bien ayudar a pagar la fianza de un famoso que intenta escabullirse de las consecuencias de una violación explicando hasta cinco versiones diferentes), y eso ha hecho que algunos periodistas se exclamaran, como si fuera un sufrimiento añadido que al bueno de Dani le costara unos días reunir esa cantidad.

Alves y su abogada no miran la manifestación de atrás, que intenta aprovechar la concentración de cámaras y foco, pero solo consigue convertirse en decorado de la escena principal, la del criminal que sale pagando. Es obvio que el asesinato de Núria, que es el nombre de la cocinera, es una tragedia que reclama respuestas, asunciones de responsabilidades. Pero también lo es que, desde el primer momento, ha habido quien ha hecho ver que clamaba por la persona asesinada cuando lo que hacía era buscar un rédito político: no sólo electoral, que también, sino una victoria ideológica contra el “buenismo” ”, que se ve que tiene la culpa de todo. De la muerte de la cocinera, del declive de Cataluña, de todo. ¿Qué es esa vergüenza de clamar contra la igualdad de oportunidades y de derechos diciendo, despectivamente, “buenismo”? Los que dicen esto ¿qué son, “malos”? Qué espectáculo, cuando los pusilánimes intentan hacerse los valientes.

Dramas que pasan por el lado sin mirarse, protagonizados por oportunistas que traman para beneficiarse de la desgracia. Una foto excelente. Y reveladora.

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