Franceses jugando a bolos con cava

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La protesta de ayer de los vinateros franceses en el Voló.

Esta semana, y no es la primera vez, de nuevo los agricultores franceses han agredido a camioneros españoles que transportaban vino a granel y botellas de cava hacia la UE.

La principal diferencia entre los viticultores franceses y los españoles es que los primeros están organizados y deciden ellos los precios de venta de las uvas, mientras que los segundos dependen de los precios que marcan otros. Como resultado, en Francia las uvas se pagan casi veinte veces más que en España, por lo que el vino español acaba siendo mucho más competitivo y de buena calidad. Los agricultores franceses pueden vivir de la tierra. Los españoles, no. Lo deseable sería que la uva se pagara mejor y que pasáramos a un sistema de fijación de precios que permitiera a los viticultores ganarse mejor la vida, pero esto no es sencillo porque la estructura del mercado español no tiene nada que ver con el francés. Para empezar, solo dos bodegas de cava concentran en España un 80% del mercado.

Pero este no es el tema del artículo, sino lo inaceptables de estas agresiones al producto español y catalán. También los franceses exportan energía eléctrica y no nos dedicamos a explotar sus líneas de alta tensión. Y también nos inundan de hipermercados y hard discounts de ropa, de material deportivo o de bricolaje. ¿Qué dirían si nos dedicáramos a agredir todos sus puntos de venta y distribución?

Pues que, si queremos pertenecer a la UE, nos atengamos a la libre circulación de personas, trabajadores y mercancías. Este es el espíritu de la Unión. No se pueden exigir unas normas cuando me son ventajosas y aplicar las contrarias cuando no. O jugamos todos o no juega nadie.

Ya en el siglo XIX, el economista inglés David Ricardo demostró que cuando un país es más productivo o eficiente o barato produciendo un bien, el comercio internacional será ventajoso para todos. El país que recibe sus productos deberá bajar sus precios o ponerse a fabricar otras cosas. La competencia exterior obliga a espabilarse. A la larga, se produce un enriquecimiento de los ciudadanos de ambos países. En España compramos más barato el material deportivo gracias a las enseñas francesas. Pero desaparecieron muchas tiendas españolas. Pues que disfruten ahora de nuestros vinos y cavas. O que se pongan las pilas. Pero que dejen en paz nuestros camiones.

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