Plegarias y buenos deseos por el papa Francisco depositados al pie de la estatua de Juan Pablo II, frente al Hospital Gemelli de Roma, el 12 de marzo.
12/03/2025
Periodista
2 min

Hoy cumple doce años de la elección del papa Francisco, un cumpleaños que pasará ingresado en el hospital. No se sabe para cuándo los tiene, pero con 88 años y con la salud comprometida, el problema no es cuándo le darán de alta sino si estará en condiciones de volver al Vaticano para reanudar sus exigentes responsabilidades, o si al final acabará haciendo un pensamiento como el de su antecesor cuando ya no se vio con corazón de continuar; sobre todo teniendo en cuenta que Benedicto XVI abrió este inesperado camino de la renuncia, que era una opción que ningún papa había utilizado desde hacía más de seis siglos. Al fin y al cabo, Francisco ha dado muestras de que la púrpura le importa poco y en cambio valora mucho el servicio.

Sea cuando y como sea, el ingreso hospitalario de Francisco nos ha situado ante la posibilidad de un nuevo cónclave. A la película del mismo título, ubicada en el presente, asistimos al juego bruto electoral ya la lucha de bandos entre cardenales conservadores y progresistas durante los días de su vacante. Es ficción, pero los apuntes del guión están tomados de lo natural.

El propio Francisco explica en su autobiografía Esperanza (Rosa dels Vents), que al terminar el almuerzo del día que lo escogieron un cardenal le preguntó si era verdad que le faltaba un pulmón. No, era mentira. En 1957 le extirparon el lóbulo superior. Al saber la verdad, el cardenal se puso rojo, dijo una mala palabra y exclamó "¡Estas maniobras de última hora!". Maniobras también las habrá ahora, cuando la extrema derecha eclesial también quiere gobernar. Y aunque la influencia política de la Iglesia católica no es lo que era, un liderazgo universal que sirviera de contrapeso a tanta vulgaridad ya tanta soberbia como nos está cayendo encima sería, al menos, todo un consuelo.

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