José Bono y Felipe González durante el acto del 30è aniversario del intento del golpe de estado del 23-F al Congreso  el 2011.
10/06/2021
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El PSOE en su conjunto le ha visto las orejas al lobo con el tema de los indultos y ha decidido cerrar filas con Pedro Sánchez para no dar argumentos a la triple derecha que se manifestará el domingo en la plaza de Colón. El movimiento más significativo lo ha protagonizado el ex presidente Felipe González, que hace solo unas semanas dijo en una aparición televisiva que no se daban las circunstancias para concederlos, y este jueves ha calificado la iniciativa de "saludable". Es cierto que González, en el mismo programa de televisión, se mostró crítico con la judicialización del conflicto catalán y defendió que la cuestión tenía que llevarse al terreno de la política; por lo tanto, de alguna manera se dejaba la puerta abierta a una rectificación que no ha tardado mucho en llegar.

Este mismo jueves otro eximio representante del PSOE más conservador y nacionalista español, José Bono, ha avalado los indultos en un artículo en El País en el que afirma que, pese a las muchas dudas que tiene, no quiere formar parte del "pelotón del odio" que representa a su parecer la derecha. Y ya hace unos días fue el presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, el que avaló los indultos después del artículo de Oriol Junqueras en el ARA. Si a todo esto sumamos el silencio prudente de Susana Díaz en Andalucía y el cambio de tono de Emiliano García-Page veremos que, poco a poco, todo el PSOE está cerrando filas alrededor de los indultos porque entienden que es una decisión irrevocable del presidente Sánchez y que, en un momento así, se tiene que mantener una cierta disciplina interna.

De cara a Catalunya, estos movimientos son la prueba definitiva de que Sánchez va a todas y que está dispuesto a tomar una decisión impopular y que puede tener un innegable impacto electoral. Otra cosa sería dilucidar si el PSOE actúa de este modo por convicción o porque no tiene más remedio para continuar en el gobierno o bien por la amenaza de que la justicia y el gobierno españoles queden en evidencia en los tribunales europeos y otros organismos de derechos civiles.

El PSOE, pues, ha tomado conciencia de que se juega su futuro con esta operación, que tiene que tener continuidad con la mesa de diálogo, y que no puede ir a una batalla tan dura con la derecha dividido y con grietas. Y es precisamente el griterío y las exageraciones de la derecha lo que también está contribuyendo a este reagrupamiento socialista, de los dirigentes, pero también de la militancia, alrededor de su líder. Sea como fuere, la aritmética parlamentaria y la necesidad que tiene Sánchez de los votos de ERC en el Congreso han abierto una rendija que hay que transitar y que hay que aprovechar para obtener ganancias concretas, sean los indultos o la reforma del delito de sedición en el Código Penal, que sirvan a la vez para reconducir el conflicto y acabar con la represión.

Mientras tanto, la derecha empieza a agitar la bandera del antieuropeísmo anticipando tanto el informe contrario a la represión del Consejo de Europa como los futuros pronunciamientos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos a favor de los condenados. Y esto el PSOE también lo ve.

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