Una pareja en una cocina
17/03/2025
2 min
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Le acaban de echar del trabajo. Estará en casa, este año, y todo el mundo cree que ya está bien, que cobre el paro y descanse. La mujer le dice que sí, que lo haga, que si ella pudiera –ella es autónoma– también descansaría. Que no puede estar toda la vida trabajando. No tenían señora de realizar trabajos, porque el trabajo lo hacía ella. No porque trabajara menos.

Pero él deja el trabajo. Y entonces, a la familia, le piden que colabore con la limpieza. Cocinar e ir de compras? No, no. Esto es el privilegio. Todo el mundo te celebra y te valora que cocines. Nadie te celebra y te valora que barres. Él iba a comprar y cocinaba los domingos. Comida de fiesta mayor. Nunca acelgas de lunes por la noche, siempre arroz de galeras de domingo. Cuando lo que cocina el domingo no es lo que cocina el lunes, desconfíate.

Barrer nunca lo ha hecho, tampoco hacer lavadoras, lavavajillas, doblar ropa y ordenarla. No le gusta hacerlo y dice a la familia que él si acaso cambiará bombillas. Pero las bombillas, todas las cosas de intendencia, las hacía también ella. A él ahora le parece que barrer es ridículo, que no hace por él, que no puede ser. Hace años que no lo hace y no ve la necesidad.

Mientras no entienda lo que significa hacer una olla de acelgas y poner la mesa, con unas servilletas de papel, para el lunes por la noche, no sabrá exactamente qué es hacer una olla de pasta para el domingo. La cocina del día a día es la misma cocina que la de los días de fiesta y debe hacerla la misma persona. Si no, si quien cocina el domingo es él, que, una vez terminado el trabajo se acuesta, que está cansado, y quien cocina cada día es ella, que siempre recoge, cansada o no, la cuestión es otra. Y éste es el gran tema de la cocina.

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