Se ha de hablar del dinero

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El cuadro 'Tres figuras' de la vanguardista rusa Anna Leporskaia, valorado en casi un millón de euros, después de que un vigilante de seguridad  dibujara unos ojos.

El príncipe Andrés ha llegado a un acuerdo económico con Virginia Roberts Giuffre, una de las víctimas del pederasta Jeffrey Epstein, con quien el hijo de la reina Isabel II mantuvo una relación de amistad. Uno de tantos. Llámalo amistad. Roberts Giuffre había acusado al príncipe Andrés de violarla cuando era menor de edad. Después de intentar que el juez desestimara la demanda, el príncipe se veía abocado a ir a final de año a juicio en Nueva York. Él quería defender su inocencia. Pero no debía de ser demasiado buena idea, o no debía de ser demasiado inocente, y ha preferido evitarlo con dinero. No deja de ser una manera habitual de resolver estos casos en EE.UU.. Las series de abogados siempre son muy ilustrativas, aunque pasa como con las de hospitales, que los profesionales dicen que la ficción no tiene nada que ver con la realidad. Pero por eso hay documentales. Ganas de criticar. En todo caso, el príncipe Andrés paga –con el dinero de su reina madre– lo que no tendría que tener ningún tipo de precio. En un mundo ideal. O de ficción. En la declaración conjunta que se ha hecho para cerrar el caso, él admite el daño que ha sufrido Roberts Giuffre y el resto de víctimas de la red de Epstein y Ghislaine Maxwell pero no admite ninguna culpa directa. Hombre. Blanco, rico, heterosexual. De esto tampoco tiene la culpa. Del todo. Él se aprovecha. Una buena parte del mundo, también.

El rey Felipe VI este año ha decidido subirse el sueldo y cobrará 259.000 euros con la excusa de la subida del 2% prevista por el gobierno español para los funcionarios y altos cargos. El presupuesto de la Casa del Rey se mantiene en los 8,4 millones fijados en 2021 después de que en 2020, en plena pandemia, se incrementaran las cuentas en un 7%. Pero como explicó eldiario.es, es imposible saber el coste real de la monarquía española. En términos económicos. Los otros costes están calculados. Son igualmente nefastos. Muchos de los gastos de la monarquía no están contadas en este presupuesto y derivan en otros, sin que se pueda saber exactamente cuánto nos cuesta en total. De esta falta de transparencia el gobierno más progresista de la historia no aclara nada. Al contrario. Su oposición a investigar cualquier cosa que tenga que ver con la familia real es suficientemente conocida y bastante alineada con la derecha, derecha del medio, derecha del extremo y derecha del más allá. Hace cuatro días se supo que la Fiscalía no veía indicios de delito en la fortuna del emérito en Jersey y esta investigación también ha quedado archivada. Eso sí, supuestamente, el emérito no cobra ningún sueldo. Que también te digo que cobrar un sueldo y ser rey es como de pobre. Pero lo digo desde el vasallaje. Y desde un sentimiento poco recomendable.

Hace unos días, un trabajador de una empresa de seguridad que trabajaba de vigilante en una galería de arte pintó con bolígrafo unos ojos en un cuadro de la vanguardista rusa Anna Leporskaia. La obra, titulada Tres figuras, es de los años 30 y está valorada en casi un millón de euros. El precio del arte no es el mismo que el precio de los artistas. La nueva incorporación de tinta al cuadro fue provocada, según parece, por el aburrimiento del vigilante. El típico papel que garabateas mientras hablas por teléfono pero sobre un cuadro de un millón de euros. Si el cuadro no estuviera valorado económicamente, que podría ser, y más tratándose de una mujer autora, tanto da si pintas unos ojos, una boca o un bigote. Aunque esto no disculpa al hombre que se aburría con un bolígrafo en la mano. Porque si te aburres puedes echar la siesta, leer un libro o jugar a Candy Crush. Aunque sirva para poner en cuestión el valor que tienen las cosas y las personas en una sociedad gobernada por el dinero. Aunque hablar de dinero sea considerado de mala educación. Aunque la buena educación raramente dependa del dinero.

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