Crítica TV

Yo nunca nunca… habría visto esta serie

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Otra serie de adolescentes y para adolescentes vuelve a batir récords en Netflix. Pero esta vez tiene la singularidad de intentar explorar un relato algo más profundo o maduro aprovechándose de los tópicos de las historias de instituto de toda la vida. Yo nunca (Never have I ever) acaba de estrenar la tercera temporada, pero el hilo argumental es bastante similar al de los inicios: las peripecias de Devi, una estudiante excelente que experimenta todos los dilemas, dudas e inseguridades propios de la edad y unos cuantos elementos añadidos. Intenta gestionar el luto por su padre, muerto de manera prematura y repentina, y procura recoger las dificultades de la dualidad cultural en la que está siendo educada. Ha nacido en Estados Unidos, hija de una familia india.

El título, tanto en inglés como en castellano, hace referencia al juego del círculo de confesiones y es la clásica serie que arrastra al público adolescente –sobre todo femenino– a maratones compulsivos de episodios. Engancha precisamente por las tramas más tópicas: la chica de currículum impecable y que pertenece a un grupito de amigas poco popular está enamorada del chico más sexi del instituto, el clásico deportista chulo y zoquete que liga con las estudiantes más populares. A la trama amorosa se añadirá un nuevo personaje, el rival académico de Devi, un chico rico y bastante solitario que compensa las carencias familiares buscando complicidades en la escuela. Este triángulo amoroso tan marcado es un poco repetitivo y a menudo las tramas secundarias y el resto de los personajes ayudan a compensar esta sensación de bucle argumental. La madre controladora, la prima a quien le buscan un marido, la abuela organizadora y un elenco de amistades que garantizan la diversidad racial y de género sirven para estimular esta comedia.

Uno de los mejores personajes es la Dra. Ryan, la psicóloga de la protagonista. Si bien tiene apariciones muy puntuales, es la figura que ofrece una reflexión de madurez alrededor de los conflictos más estereotipados sobre las relaciones románticas y el sexo. La virtud de Yo nunca de cara a un público tan joven es que todos los personajes están siempre en proceso de aprendizaje para mejorar su conducta. Se hace evidente una preocupación del guion para introducir valores, reflexiones morales y éticas sin convertirlo en una moralina conservadora, sino desde el sentido del humor. Todos los personajes de la serie cometen errores, a veces sin querer y otras veces desde la más absoluta premeditación, fruto de sus fragilidades o miedos. Esto genera líos y conflictos que, una vez solucionados, suponen una oportunidad de crecimiento para los protagonistas. Otro factor clave a la hora de dar una perspectiva de madurez llega por parte del narrador: John McEnroe. Que sea el colérico tenista de los años ochenta es una excusa, pero contribuye al sentido del humor y a ofrecer una lectura más adulta de las circunstancias desde la ironía y no desde el aleccionamiento.

Yo nunca, igual que Heartstopper, es una serie divertida y positiva. Yo nunca nunca habría visto esta serie y me la he acabado tragando entera.

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