Historia de una investidura

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Historia de una investidura

La pregunta del millón es hoy si habrá investidura en Catalunya. No quiero hacerles perder el tiempo ni enredarlos: hoy nadie lo sabe, pero en las últimas horas se han despejado algunas incógnitas que empiezan a dibujar las estrategias de cada uno de los actores.

Junts per Catalunya se dirige hacia un choque frontal con el PSC para intentar romper la vía de acuerdo de los socialistas con los republicanos y erigirse como la única oposición verdadera a Salvador Illa y como la fuerza hegemónica del soberanismo.

Las negociaciones entre el PSC y ERC siguen adelante, y como en cualquier negociación el resultado no será una victoria absoluta de ninguna de las dos partes. Ni nada, ni concierto económico. Ambas partes buscan estadios intermedios de gestión de impuestos que permitan sentar las bases de una Hacienda catalana hoy prácticamente inexistente. Previsiblemente, no habrá financiación similar a la vasca, ni nada que exija la reforma de la ley orgánica de financiación autonómica porque no habría mayorías. De la habilidad negociadora y de la fuerza o la debilidad del PSC frente al PSOE dependerá que se consiga algo digno de ser llamado un buen acuerdo.

Credibilidad

Pero intentemos responder a algunas preguntas previas. ¿La formación de gobierno beneficiaría a ERC? La racionalidad diría que sí, que el partido tiene más razones para facilitar un gobierno del PSC que para forzar una repetición electoral, especialmente en un momento precongresual con ruido de cambios de liderazgo. La pregunta es si la dirección tiene suficiente credibilidad y capacidad de influencia sobre las bases para que le voten el acuerdo al que llegue y la consulta no acabe en un despropósito que exprese el malestar acumulado.

Hoy no se puede saber cuántos republicanos están a favor de facilitar el gobierno e ir a una oposición más o menos cómoda e influyente y cuántos militantes son partidarios de echarlo todo por la borda y desahogarse a pesar de que acaben provocando una repetición electoral que los perjudicaría. Una nueva convocatoria se produciría en un momento en el que ERC no tiene candidato, la dirección está profundamente dividida y parcialmente en retirada, y ha quedado en evidencia una manera de hacer indeseable. La salida del partido de Ernest Maragall ha sido una reacción tardía de decencia pública a la espera de ver quién renueva a personas, ideas y maneras de hacer.

Necesario pero no suficiente

Que haya pacto y que las bases lo aprueben sería condición necesaria pero no suficiente para que haya investidura de Salvador Illa.

Carles Puigdemont ha reiterado su voluntad de volver si hay sesión de investidura y eso complica el escenario para el PSC, y especialmente para que ERC cierre un acuerdo. La orden de detención está vigente y algunos jueces están deseando encarcelar al ex president de la Generalitat, lo que abriría una etapa de desconcierto y movilizaría a una parte de los votantes soberanistas.

Carles Puigdemont debe poder volver en libertad y desempeñar el papel político que elija con la máxima normalidad. Un encarcelamiento dejaría en evidencia de nuevo el papel político de la judicatura y tensionaría la política española y la relación entre los altos tribunales. Es indiscutible que merece volver, pero tendrá que medir bien sus fuerzas. Puigdemont tiene carisma y la legitimidad del cargo, pero tendrá que evaluar en qué punto está la sociedad catalana siete años después. Una buena muestra ha sido la vuelta discreta de Marta Rovira, secretaria general de Esquerra.

Las urnas han dejado claro que el soberanismo ha perdido la mayoría en el Parlament y que la conexión con la opinión pública no es la que tenía en el 2017 con el país. El mantra de la unidad no es creíble después de romperse el gobierno y de las pésimas relaciones de los últimos años, en los que la mayoría parlamentaria ha sido inhábil.

De momento, una vez más, ERC tendrá que decidir si el síndrome del masover, del que habla alguno de sus dirigentes, es más fuerte que su voluntad y personalidad política. Esquerra debe decidir si quiere ser un actor independiente capaz de hacer política o si se integra en la esfera de Junts, con la que comparte la estrategia negociadora pero no las formas ni las políticas sociales y económicas.

Emocionalidad

La emocionalidad volverá a estar a flor de piel. Con un Puigdemont detenido, lo más probable sería que la legislatura catalana no nazca y que la española muera. Un escenario que llevaría a nuevas elecciones y a unos resultados no muy distintos. Es decir, al bloqueo de la cosa pública.

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