Incendios en Catalunya: falta de efectivos y décadas de abandono

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Efectius de los bomberos trabajando en la extinción de un incendio forestal.

En cuarenta días se han quemado en Catalunya más de 2.650 hectáreas de bosque y de cultivos, el cuarto registro más alto de los últimos 15 años, una cifra preocupante que tiene que poner en alerta a las diferentes administraciones, sobre todo después de años sin grandes fuegos. 

Que el país se quema y continuará quemándose es una evidencia, porque tiene una superficie forestal que ocupa más del 60% del territorio y porque los bosques mediterráneos –mayoritarios en Catalunya– son pirófilos: abundan los pinos, que tienen resinas altamente inflamables y cuyo fruto, las piñas y los piñones, pueden sobrevivir a temperaturas elevadísimas. Como decía el ambientólogo Leo Bejarano este fin de semana al ARA : “No todos los incendios tienen que ser un desastre, un fuego también forma parte del ciclo de vida de un ecosistema”.

Ahora bien, a pesar de que los fuegos pueden ser un beneficio para la biodiversidad, conviene que las administraciones velen porque grandes incendios como los que se vivieron Catalunya en los 90 –y que volvieron a la memoria con el fuego de la semana pasada en Santa Coloma de Queralt– no se vuelvan a repetir. Los expertos alertan de que hay zonas de Cataluña que podrían sufrir un incendio como el de Anoia. 

Los fuegos de hoy son consecuencia del cambio de usos del territorio y del cambio climático, y se pueden ver agravados por la carencia de efectivos. 

El abandono de cultivos, a mediados del siglo pasado, ha provocado que el bosque en Catalunya haya crecido un 12% desde los años 50. El bosque y el sotobosque han ido ganando terreno y, por lo tanto, se ha ido acumulando combustible. Hacen falta políticas activas en el territorio con labradores y ganaderos para gestionar el paisaje y poder romper la continuidad del bosque.

Además, el efecto del cambio climático, con lluvias más irregulares y aumento de la temperatura, hace que se den las circunstancias para el polvorín perfecto. 

También se tiene que añadir la carencia de efectivos de bomberos. El cuerpo ha expulsado este verano a 200 bomberos voluntarios por poca disponibilidad. El año pasado había en Catalunya 1.643 bomberos y este año están 1.464, a pesar de que todavía podrían ser menos, porque hay 64 expulsiones pendientes de notificar. Hace una década los bomberos voluntarios, los que compaginan esta tarea con su trabajo habitual, eran 2.489. El cuerpo echa a estos efectivos –que tienen una equipación y una formación profesional– porque a lo largo del año han estado disponibles menos de 876 horas, el mínimo que se les exige y que se controla con una aplicación móvil. 

A pesar de que desde el cuerpo se asegura que no se ha perdido capacidad de respuesta respecto al año pasado, porque solo se han expulsado los efectivos que no estaban disponibles, lo cierto es que el modelo necesita una revisión y se tiene que garantizar que haya los efectivos necesarios en todo el territorio para dar una respuesta rápida en caso de fuego.  

Finalmente, evitar los incendios también es una responsabilidad compartida, y es que más de la mitad de los fuegos en Catalunya de los últimos 15 años han sido provocados o bien tienen detrás una negligencia humana.

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