Navegar por un portal inmobiliario es hoy una tortura. Rehabilitación se ha hecho mucha en los barrios acaudalados, y el resultado son muchas fincas renovadas sin ningún tipo de ayuda pública. Ahora bien, sin regulación sobre los precios de venta ni la acumulación de propiedades, el impacto a medio plazo son pisos rehabilitados por ser alquilados por días o por ser vendidos a compradores extranjeros con la expectativa de que nunca perderán valor. Y, al mismo tiempo, residentes del Eixample, Gràcia o Poblenou que se marchan de Barcelona porque no pueden permitirse estos precios. El coste social de esta transformación es elevado, porque la ciudad es incapaz de capturar el valor que ella misma ha generado, lo que genera impotencia. No podemos tardar veinte años en construir un parque público alternativo porque si no se actúa ahora la segregación entre ciudades ricas y pobres será irreversible.
A pesar de que hay muchos solares vacíos para vivienda protegida, ahora sufrimos el impacto de la falta de inversión en vivienda en los últimos veinte años. Se están terminando unos 1.500 pisos protegidos anualmente, mientras que se descalifican unos 7.500 al año. Es decir, en números absolutos, Cataluña lleva años perdiendo más pisos protegidos de los que es capaz de construir. Se hace difícil entender por qué se han encontrado 7.000 millones para financiar obra pública como la línea 9 del metro de Barcelona y, en cambio, cueste tanto aprobar un presupuesto estatal para el Plan Estatal de Vivienda que, en cinco años, prevé invertir, en toda España, la misma cantidad. O que las obras de la Sagrera se presupuestaran inicialmente en 335 millones y que la cifra de inversión haya superado ya los 2.100 millones, sin que aún paren los trenes.
¿Es posible tener en pocos años más vivienda pública? En París, los datos apuntan a que desde 2011 se han financiado 126.544 nuevas viviendas asequibles, a razón de unos 5.000 nuevos pisos protegidos al año, que realiza el sector privado o sin ánimo de lucro con apoyo y financiación pública. En pocos años han doblado el parque de viviendas fuera del mercado, y ahora tienen unos 272.000. Por eso, en París, hay portales inmobiliarios alternativos del tercer sector, las promotoras públicas y los sindicatos que ofrecen alquileres a precios asequibles. Y muchas de las viviendas se han construido de nuevo y poseen altas prestaciones arquitectónicas.
¿Cómo acelerar aquí la producción de vivienda asequible? ¿Podemos recuperar las viviendas de la Sareb? Durante milenios, cuando una estructura de una casa se hundía, las piedras servían para rellenar los cimientos de alguna casa cercana. Pero las estructuras de la Sareb son de hormigón armado y los pisos que les quedan son antes de la aprobación del Código Técnico de la Edificación; con la normativa actual es necesario rehacerlos de arriba abajo para poder legalizarlos. Son los cadáveres exquisitos que nadie se atreve a rehabilitar. En un contexto de emergencia como el actual, no parece imprescindible tener que derribar las estructuras o los tabiques para disponer de los pisos. Al fin y al cabo, en el mercado de segunda mano existen abundantes pisos que no cumplirían la normativa actual de habitabilidad o accesibilidad y, en cambio, son válidos para determinadas unidades familiares. Si se rehabilitan como pisos asequibles, ¿no se puede rebajar la exigencia normativa?
Con los mismos recursos, ¿no se pueden hacer dos medios pisos en lugar de uno completo? Los fines de semana las tiendas de bricolaje están llenas de gente que compra sacos de cemento, baldosas, cables eléctricos... para hacerse la casa a medida, de forma incremental. Las estructuras (cubierta, forjados, fachadas) deben ser sólidas y pensadas para durar cien años. Pero los baños, cocinas o particiones interiores no deben durar tanto. Entonces, ¿por qué no facilitamos que aquellos que quieran hacerlo a medida, puedan hacerlo por su cuenta? Una pareja joven que acabe de emanciparse no necesita el mismo equipamiento de cocina que una familia con tres criaturas. Éste es un debate recurrente entre arquitectos que nadie acaba de asumir.
Y finalmente está la cuestión de los aparcamientos. A menudo los planes urbanísticos obligan a hacer aparcamiento debajo de los pisos protegidos, pero eso encarece más las promociones. En los pequeños municipios, esto implica que no salgan los números, y los solares van criando malvas desde hace años, sin que nadie ponga una grúa. ¿Por qué hacer, en un pequeño solar calificado para vivienda protegida de un municipio pequeño, aparcamientos en planta baja, si las calles están llenas de sitio para aparcar? Si en lugar de cuatro pisos, en un solar se pueden hacer seis, a expensas del aparcamiento, ¿no vale la pena flexibilizar este aspecto al planeamiento de cientos de pequeñas ciudades de Cataluña? La misión de realizar vivienda asequible, que nos interpela a todos, requiere ahora ser prácticos y rápidos.