Investidura: el mal menor

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Pedro Sánchez en el pleno del Congreso del 21 de septiembre.

Cuando se escucha a un político siempre hay que distinguir entre el gratinado y lo que se esconde dentro del canelón. Y demasiado a menudo nos dejamos llevar por las apariencias y después vienen las sorpresas y las frustraciones. Porque es evidente que toda táctica tiene dos razones: forzar al adversario, hasta hacerlo descabalgar, y neutralizar a los aliados –que no se nos suban encima–. La moción aprobada por Esquerra i Junts concentra el espíritu de esta manera de hacer. Esquerra no quiere quedar demasiado timorata frente a Junts, que necesita subir el tono para tapar los desequilibrios internos. Y, mientras tanto, el independentismo a la baja.

La moción del debate de política general pidiendo una ley de amnistía y “un compromiso para trabajar” sobre las condiciones de un referéndum los ha llevado a todos a subir la apuesta. Y Salvador Illa ha corrido a decir que "si hay que ir a elecciones, vamos". Tras el fracaso de Feijóo, estamos ante la investidura de Sánchez. Esquerra –naturalmente dispuesta a votarla– y Junts –arrastrada por la oportunidad que le ha dado la matemática de la ley de Hondt– se hacen de rogar. Si la negociación avanza, la amnistía se asumirá vestida con algún eufemismo y habrá una genérica referencia a una consulta que después se hará o no. Si no se llega a un punto de encuentro en las formas, no será por el contenido sino porque alguna parte haya visto ventaja en la repetición electoral.

Pienso que conviene a todos que haya investidura para emprender una etapa nueva sobre una evaluación realista de la situación, que sería imposible con el tándem PP-Vox. Pero si el PSOE llega a creerse que volviendo a las urnas puede ganar, la negociación se encarecerá rápidamente hasta hacerse imposible, al igual que si un sector de Junts imagina un sorpasso a Esquerra, Puigdemont deberá arremangarse para evitar las elecciones y poder volver. Asegurar lo que se tiene al alcance o cerrar la puerta y apostar a la repetición. Esta es la cuestión. El 23-J el electorado reaccionó en contra de la amenaza PP-Vox. Pero para que el PSOE saliera ganador volviendo a votar, el desplazamiento de votos de sus socios hacia él debería ser muy grande. El realismo político apostaría por la investidura como mal menor.

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